(Foto: Shutterstock)
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Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un locro de zapallo con su lomito al jugo montado. Para tomar pidió un juguito de naranja heladito. “María, Lima es un infierno por el tráfico, el fuerte calor, la gente nerviosa haciendode último momento, las borracheras con el pretexto de fin de año y las largas horas de discusión para ver qué se prepara en la cena navideña.

Pienso que se ha perdido un poco el verdadero sentido de la fiesta, que es el amor. La mayoría toma la fecha como un momento para la juerga, la borrachera, los regalos y los viajes. Ciertamente hay muy poca gente que se pone a reflexionar que recordamos el nacimiento de Jesús, quien vino al mundo para liberarnos.

Por eso, en lugar de pensar en los campamentos en la playa, las fiestas, las opíparas cenas y los regalos, mejor es acercarse más a la familia y conversar sobre lo que nos pasa y tratar de solucionar nuestros problemas juntos. También para agradecer a quienes nos ayudaron en este año, sean nuestros parientes, amigos o compañeros de trabajo.

Antes que nada, Jesús vino a la tierra como el salvador expiatorio que murió para que todos pudiesen tener ‘paz en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero’. Su sacrificio nos debe hacer pensar en que somos unos privilegiados y debemos seguir su ejemplo. Dejemos atrás el hedonismo y las falsas apariencias.

  • La cena debe involucrar a toda la familia. No solo para ayudarse mutuamente, sino para conversar, hacer trabajo de equipo y sentirnos más unidos.
  • Los regalos no tienen que ser costosos, sino significativos. Una bella carta es más importante que un par de zapatillas.
  • La fecha puede servir de pretexto para dejar atrás las rencillas, los odios y los problemas.
  • Un abrazo, un beso, una bella palabra puede despertar el amor y borrar de tu alma todo sentimiento negativo.
  • Reza a Dios en estas fechas por todo lo bueno que te ha dado”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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