Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un lomito al jugo con arroz graneado, rocotito y, para la sed, un emoliente fresquecito. “María, el país atraviesa una grave que en la primera semana de diciembre del año pasado costó la vida de decenas de personas debido a la violencia de terroristas infiltrados en las marchas.

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Desde hace dos semanas han vuelto los bloqueos de carreteras, ataques violentos a locales públicos y reiterados intentos de tomar aeropuertos a sangre y fuego. ¿Alguien puede explicar esa obsesión por destruir y dejar fuera de funcionamiento a los terminales aéreos, claves para cualquier país? Obviamente esas acciones forman parte de una estrategia bien elaborada que busca poner contra las cuerdas al Estado y a la democracia. Jamás lo harían manifestantes espontáneos que buscan la reivindicación de sus derechos.

En estas marchas, está claro que quienes las dirigen y fomentan son sanguinarios delincuentes azuzadores provenientes del narcotráfico y de la minería ilegal que no tienen ningún reparo en utilizar a los más pobres del país para conseguir sus más oscuros objetivos. Mientras laestá concentrada en frenar las manifestaciones violentas, los narcos de las extensas zonas del Vraem están de fiesta, produciendo y movilizando libremente la droga que les da miles de millones de dólares en ganancias. No hay nadie que los detenga.

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Pero mientras tanto, los peruanos de bien, que luchan día a día por llevar un pan a su casa de manera honrada, se ven obligados a dejar de vender, a cerrar sus bodegas y restaurantes por bloqueos y marchas. ¡¡Es el mundo al revés, la paradoja deseada por los criminales!!

El peruano es emprendedor, luchador, valiente, aguerrido, que lo único que pide es que lo dejen trabajar en paz. No quiere limosnas, solo tranquilidad para desarrollar sus actividades diarias de manera normal. ‘¡Queremos trabajar, queremos trabajar!’, es el grito que se escucha en varias partes del país ante los violentistas que obligan a cerrar negocios a la fuerza.

Esos sujetos bien organizados para crear el caos y la violencia -que no saben lo que es producir- están decididos a incendiar la pradera. Lo más triste es que personas pobres y poco informadas, con justos reclamos, estén siendo utilizadas por estos miserables. Lo que estamos viviendo en estas semanas me recuerda los años de terror de Sendero Luminoso y del MRTA que los peruanos padecimos en los 80 y 90.

Los jóvenes no saben de eso porque no lo vivieron y nadie se los contó. Pero deberían preguntarle a sus padres o abuelos cómo era vivir en esas épocas. Por todo lo que ahora estamos viendo, hay violentistas que extrañan esos sangrientos años. La democracia que tanto nos costó conseguir tenemos que preservarla. No podemos dejar que unos cuantos delincuentes de la peor calaña destruyan al Perú”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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