El Chato Matta llegó al restaurante por una cabrilla frita, con su porción de arroz blanco graneadito, yuca sancochada, salsita criolla y, para calmar el calor infernal, pidió una jarra de limonada heladita. “María, estuve en primera fila en una de las fiestas patronales por el cumpleaños de mi hermano Pancholón, amo y señor de la cochinadita, el colorete bomba y el dame que te doy. Bajé al nuevo point de moda, ‘El Bar Puchunguero’ de San Miguel. Su causa Kike Paravicino, el mejor anfitrión de los peruanos si llegas a Miami, le regaló al gordito por su cumpleaños la presentación varios cantantes.
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Esa noche deslumbró en el escenario una voz nueva: Antonella
Quien domina la salsa, cumbia, vals, bachata y rock. Las chicas ya en tragos comenzaron a cantar a todo pulmón: ‘Amor mío, dejála/ Amor mío, déjala. ¿Qué puede tener ella que no tenga yo?/ ¿Qué puede darte ella?, dímelo’. ‘Pancholón’ había invitado para esa fiesta a sus ‘amigas cariñosas’, a seis catiras venezolanas, a tres abogadas, reinas de belleza, dos empresarias y a su espectacular ucraniana. Los abogados del Callao, tremendos partidores, se relamían los labios. Apuntaban placas.
El gordito tomaba medido. Marcaba al personal, pues quería estar lúcido para elegir a la más bella de la noche y reclamarle ‘su regalo’ en La Posada, el famoso hostal de los infieles. Al ver que sus amigas se desesperaban por sacarlo a bailar, el abogado de ojos verdes decidió en la pista de baile hacer el clásico trencito, todas se agarraban la cinturita, pero Pancholón ya tenía todo planeado y sabía con quién se escaparía para realizar su legendario ‘salto del chanchito’. La elegida fue Dayanira, una espectacular ‘chamita’, y para que no se den cuenta sus otras conquistas, le escribió a su wasap para que salga primero y después él saldría a los diez minutos.
Arrancaron en su camionetón y a la bella venezolana le susurraba: ‘Tú eres la única. Pensaba que no me iba a volver a enamorar. Vamos a pasar unos días en mi casa de playa’. Cuando llegaron al hostal, el gordito se encerró en el baño, Quería hacer una gran faena con la rubia, como el torero Roca Rey. Por eso sacó de su bolsillo una pastillita azul y se la tomó.
Emocionado, eufórico, salió a la habitación para hacer sus malabares eróticos y dejar bien en alto a los varones, pero vio que la extranjera lo miraba con odio y miraba el celular que había dejado en la cómoda. Allí tenía una grabación ‘hot’ hecha en la mañana ¡en la misma habitación de La Posada! Estaba con una bailarina de una conocida orquesta de cumbia.
La catira le gritó: ‘¡¡Mama huevo!!, ¿crees que soy boba?, seguramente me ibas a grabar a mí también, cochino. Y en la fiesta te vi coqueteando con tu socia, la abogada. Tú no me respetas, ahora mismo voy a llamar a mis primos que acaban de llegar a Perú para que te revienten y aprendas a respetar a las mujeres’. ‘Mami, no seas malpensada, para mí tú eres la única mujer y no hay otra’. Pero la ‘chama’ agarró su celular y llamó a sus paisanos. Pancho salió volando.
‘Chato, me fui a mi fiesta y volé con la abogada y la llevé a otro hostal. Pero estoy palteado. Estoy recibiendo llamadas amenazantes. Gracias a mi hermano Kike Paravicino, me iré una temporadita a su casa de Miami hasta que pase el roche o arregle con la veneca’”. Pucha, ese señor Pancholón es un sinvergüenza y cochino, ya está viejo y no aprende la lección. Me voy, cuídense.