Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un tallarín al pesto con milanesa de carne. Para tomar pidió una jarrita de chicha morada. “María, las organizaciones criminales cada día van ganando más poder en el país. Ahora ya no solo extorsionan a todo tipo de negocios, matan a choferes, balean a cantantes de cumbia y secuestran, también amenazan a jueces y fiscales sin el menor rubor.
El viernes, hampones dejaron dos bombas en la puerta de ingreso del penal Castro Castro, en San Juan de Lurigancho, para amenazar a dos juezas que llevan procesos penales contra peligrosos delincuentes. Y ayer enviaron videos con mensajes e imágenes de armas de fuego al teléfono del director del penal de Chincha, Juan Lenín Herrera Rozas, para que no traslade de prisión a un peligroso maleante apodado ‘Cabezón Pier’.
También se conoció, por boca de la víctima, que miembros de la banda ‘Los Pepes de San Juan de Lurigancho’ amenazan a la fiscal Margarita Haro Pinto, para que se aparte del proceso penal contra la organización criminal ‘Los Chuckys’. La situación se está desbordando, más aún con la crisis política que vivimos. Los delincuentes ‘han olido la sangre’, pues saben que el Estado está débil y sin respuesta. Por eso se atreven cada día a más.
Encima, las marchas lo único que han hecho es debilitar a la Policía. Los agentes ya no están seguros de usar sus armas, pues temen que un fiscal o un juez los envíe a la cárcel. Los hampones siguen manejando las extorsiones desde prisión, donde tienen de todo: mujeres, drogas, buena comida, televisores, celulares y hasta computadoras. Es decir, viven como en un hotel de lujo. Urge un shock de seguridad.
Que los delincuentes vuelvan a tener miedo de la justicia. Los congresistas solo piensan en la reelección y no dan mejores leyes. Abran cárceles alejadas, paguen a El Salvador para que se lleve a los cabecillas al temido Cecot. ¡El país se desangra, hagan algo!”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
