
Mi amigo, el Chato Matta, llegó al restaurante por uno de sus platos preferidos, seco de res con frijoles, arroz blanco graneadito y ajicito molido. También pidió una jarrita con anís tibiecito para la buena digestión. “María, esta semana fue alucinante para mí. Por esas cosas de la vida que nunca hago, porque me gusta ver solo los partidos de mi rosada de toda la vida, decidí encerrarme en La Posada para ver el Boys- Cristal. Salí de mi casa con mi casaca rosada con negrita. Ya había quedado para encontrarme con un viejo amor que se averiguó mi celular por una amiga en común, que es bien chismosa. ‘Chatito, me dijo, vamos a ver el partido juntos, te voy a dar suerte, ahí nos tomamos un roncito en las rocas’. Era la loca Adelita. Dudé al comienzo, pero me invadió la nostalgia y quise recordar viejos tiempos, pese a que terminamos muy mal. Recuerdo que el gran Pancholón me la presentó hace años y tenía pinta de ‘secre’ ejecutiva con sus lentecitos y su traje de sastre. Linda. Era flaquita pero bien formadita. Todo bien puesto. Como siempre, los ‘lobos’ se lanzaban. Había un juez que babeaba por ella y un par de ‘sanazos’ le habían propuesto matrimonio. Ella no le paraba bola a nadie, pero una noche se acercó y me dijo de frente: ‘Chato, yo no muerdo, parece que me tuvieras bronca’. Pusieron una salsa antigua: ‘Déjame un beso que me dure hasta el lunes, un beso grande, un beso inmenso’. ‘Chatito, ¿por qué no nos vamos de esta fiesta monse y después a otro lado? ¿O me vas a decir que le tienes miedo a tu esposa?’, me dijo. O sea, ella sabía que yo era casado. Esa noche terminamos en el hostal de los infieles. A las 3 de la madrugada, después de dejar bien a los varones, me levanté para irme a mi casa. Pero ahí me demostró que era peligrosa y debía andar con cuidado con ella. Antes de entrar al carro sacó su frasco de perfume y me lo echó toditito. Antes de llegar a mi casa bote esa camisa y mi esposa no me sintió, felizmente. Estaba seca.
El lunes me llamó. ‘Perdóname, Chatito. El trago me cruzó’. La perdoné y seguimos una relación clandestina, pero empezaba a acosarme. Aunque lo peor estaba por venir. Comenzó a llamar a mi casa. Tenía loca a mi mujer. Llamaba y colgaba. Una vez lo hizo y yo contesté: ‘Por favor, ven al hotel. Si no vienes, voy a escribir una carta contándole todo a tu esposa’. Fui volando. ‘¿Por qué ya no quieres verme, Chatito...? Si yo te amo’. Eso ya era el colmo. La dejé y se desató lo peor. Me dijo que si no le hacía caso se iba con el juez viejo y mañoso que la veía y se relamía los labios. Decidí cambiar de estrategia. Hacerle creer que tenía problemas en mi casa. Empezó a presionarme. ‘Tú no amas a tu mujer, por qué no la dejas. Si quieres, yo le digo. No tengo miedo’. Yo le había comentado que mi esposa estudiaba repostería en la noche. Una vez la fui a recoger a su salón ¡¡y encontré a Adelita conversando con ella!! Quería ser su amiga. Igual que la loca de Glenn Close con Michael Douglas en ‘Atracción fatal’. Ahora, después de años, nos volvimos a ver en La Posada, le hice el amor con furia, se emborrachó, me volvió a amenazar. Estaba peor que antes. Encima, el Boys jugó feo y perdió otra vez. Pese a todo, seguiré amando a la rosada, pero Adelita ya fue”. Pucha, ese Chato Matta perdió a una mujer. Encima se junta con el gordo cochino y sinvergüenza de Pancholón. Me voy, cuídense.








