La Seño María

La Seño María: El Chato y el mujerón

El Chato Matta conversó con la Seño María sobre ‘Angélica’, el ‘mujerón’ que conoció en el ministerio.
El Chato Matta y el mujerón

El Chato Matta llegó al restaurante por una rica panceta en caja china con papitas doradas, ensalada fresca y ajicito molido. Para calmar la sed, se tomó una agüita de limonada con hierbaluisa. “‘María, eres una gran amiga, nos conocemos desde hace muchos años, a veces me siento muy triste y me arrepiento de haber perdido a mi familia’”, me dijo con los ojos llorosos. Estaba de amanecida. “¿Qué te pasa, Chatito?”, le pregunté. “Hace tiempo te conté que me encontré con una bandida que trabajó conmigo en el ministerio, Angélica. Era un mujerón y tuve un choque y fuga con ella. Tiempo después me la encontré hecha toda una señorona pitucona, porque se casó con el hijo de un importador de juguetes que tenía varias galerías por Mesa Redonda. El muchacho desde niño se dedicó a trabajar y estudiar y le faltaba calle. Facilito fue engatusado por la coqueta secretaria. En una noche loca emborrachó al joven y, cuando estaba bien mareadito en el bar de un hotel cinco estrellas, le dijo haciéndose la mareada: ‘Mi papá me mata si me ve llegar así, mejor nos quedamos aquí hasta mañana’. ¡Así lo capturó! Eso me lo contó cuando la volví a ver después de diez años, cuando le hice una carrera a su residencia en una playa del sur. ‘Yo había estado saliendo con un policía casado. El desgraciado se fue y me dejó embarazada. El hijo del dueño de las galerías apareció en el momento justo.

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Mi marido toda la vida fue mongo, pero ahora me saca en cara su plata. A veces, cuando me quiere humillar, me dan ganas de decirle la verdad. Que nunca lo sentí, ni siquiera me hizo cosquillas y que me casé con él por interés. Pero tengo miedo de perderlo todo’. María, ya en el reencuentro, me di cuenta de que era una mujer maquiavélica. Esa tarde, la dejé en su depa caleta de Miraflores, donde va con sus novios. Pero no sé cómo se averiguó mi dirección y una mañana se apareció con su tremenda 4x4. ‘Así que aquí vives. Chato, despídete de este barrio de perdedores, te tengo un depa en Miraflores’. No sé por qué le aguantaba sus poses de millonaria. Será porque en la cama era una fiera. Más salvaje que una leona en celo. Y a mí me gustaba. Solo era pasión.

Angélica sabía cómo hacer feliz a un hombre en la intimidad, pero también sabía cómo destruirlo en el trato cotidiano. Era ofensiva y pedante. Ella quiso establecer las reglas: ‘Toma este celular, solo lo vas a usar para hablar conmigo. Tú nunca me busques. Yo te encuentro’, me dijo. En el fondo yo me reía de ella. Para mí, era como un ave de paso, una más en mi vida. Seguí saliendo con Brenda, una piurana preciosa. Pero una noche, Angélica me buscó como una fiera, sacó su celular y puso una foto: ¡¡estaba yo con Brenda saliendo de la mano del hotel!! ‘¡¡Chato, maldito, qué le has visto a esa misia!!’. Enseguida se paró y sacó un revólver. ‘¡A mí nadie me engaña, entendiste! ¡Terminas con ella hoy mismo o vas a ver de lo que soy capaz!’. María, yo tengo la culpa por meterme con tremenda loca. Encima también le ha mandado un mensaje a la pobre Brenda, quien no tiene la culpa de nada”. El Chato se pidió dos cervezas y puso su tema preferido del recordado Lucho Barrios, ‘Marabú’: ‘Adiós, ya me quedo sin ti/ Y así/ ¿para qué más vivir?/ Sin ti, no podré más luchar/ Sin ti, ¿para qué resistir?/ No sé para qué quiero amor/ La esperanza sin ti/ ya no tiene valor/ Al fin, te podré olvidar/ Si la vida es así/ ¿para qué más vivir?’. Pucha, pobre Chato, pero él se lo buscó por meterse con ese tipo de mujeres. Me voy, cuídense.

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