El Chato Matta llegó al restaurante por sus ricas lentejas con arroz graneadito y su churrasco a la inglesa encima. “María con la pandemia, el Facebook explota. El aislamiento, la prohibición de reuniones sociales, fiestas y discotecas hace que muchas mujeres recuerden el tiempo pasado y te buscan hasta que logran ubicarte.

Como me pasó con Palomita, una guapa flaquita de Mangomarca. Había tenido algunos enamorados, pero yo la veía especial. Tenía su corazoncito romántico. La conocí porque estudió en el colegio con mi prima Tina. Una noche de tragos nos besamos y ahí empezó todo. Vivimos una relación intensa y demolíamos hoteles.

Nunca me pedía nada. Nos encontrábamos y nos íbamos a un pub, escuchábamos música o bailábamos y terminábamos amándonos a ciegas. A veces me sorprendía en la cama leyéndome un poemita: ‘Si me quieres, quiéreme entera, no por zonas de luz o sombra/si me quieres quiéreme negra y blanca. Y gris verde y rubia/quiéreme día/quiéreme noche. Y madrugada en la ventana abierta…’.

Me los leía en voz alta, como ese intenso poema de la cubana Dulce María Loynaz. Pero Paloma tenía demasiadas expectativas conmigo, aunque a mí me aterraban la convivencia y el matrimonio. Y pasaban los meses y no pasaba nada. Ella iba al banco para hacer reclamos sobre la pensión de sus abuelitos y un día conoció al gerente, un tío mayor que la vio joven y guapa, y le ‘pintó pajaritos’.

Después, por mi prima, me enteré de que le fue sincera al gerente que la llevaba en su carrazo y le hacía regalos: ‘Mira Beto -le dijo- voy a ser franca contigo. No te amo, pero estoy dispuesta a casarme contigo y con el tiempo mi cariño pueda convertirse en amor’. Me hizo acordar a una escena de ‘Casino’, con y Sharon Stone.

El viejo aceptó, pero ese matrimonio estaba destinado al fracaso, pese a que tuvieron un hijito. Debe ser horrible vivir con una persona que tú amas, pero ella a ti no. Ella no lo soportaba en la intimidad. Por eso, el gerente despechado se consiguió una amante y Paloma se enteró. Pudo hacerse de la vista gorda, pero lo que no le perdonó es que a la mujer le compró una casa y ella sentía que era injusto que se matara lavando, planchando y cocinando a cambio de nada.

Contrató a un detective privado. Le tomaron fotos con la otra y en el divorcio el juez le dio la casa a ella y una buena parte del sueldo del marido. Ahora, después de años, me ubicó en el ‘Face’ y me escribió: ‘Chato, cometí un error con ese viejo. Ahora estoy sola, ven a mi casa para una cena romántica’.

María, cuando ella me dejó por el gerente me dolió. Pero superé la traición con otra chica. Ya no tiene sentido resucitar un sentimiento que murió hace años”. Pucha, ese chatito también tiene sus historias, pero no es como el cochino y sinvergüenza de Pancholón que se acuesta con una y otra. No tiene miedo ni al coronavirus. Me voy, cuídense.


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