El Chato Matta llegó al restaurante por su lomito saltado con arroz blanco graneadito, papas crocantes, ajicito molido y una jarra con agua de carambola. “María, yo te había contado que iba a alejarme de mi ‘Face’, pero no puedo con mi genio. Entré a mi muro y vi un montón de mensajes, pero hubo uno que me llamó la atención. Era ‘Carito’, la coloradita de Barrios Altos. ‘Chato, qué difícil fue ubicarte, necesito hablar urgente contigo. Respóndemeeee’.
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Mi cerebro se proyectó como una película. En ese tiempo trabajaba en el ministerio y la conocí de casualidad en una cola inmensa en el Banco de la Nación de Pardo. Parecía las de ahora en Migraciones. Era una belleza con una faldita chiquita y los hombres la miraban con ojos libidinosos por su cuerpo de mujer y lindo rostro. Pensé ‘Chato, esta es tu oportunidad, es ahora o nunca’. Esta cola no avanza, le dije, vamos al Banco de la Nación de Barranco, que para vacío porque está en una calle escondida.
Para mi sorpresa aceptó de buena gana. Esa tarde ella hizo un pago y yo cobré unos devengados. Recuerdo que al salir la miré directamente a los ojos. ‘Oye Chato -me dijo-, me caes bien y hace calor. Te invito por la jalada una cervecita en el Juanito. Pasamos toda la tarde cheleando, comiendo piqueos de jamón y queso. Tuvimos eso que le llaman ‘quimica’ y terminamos besándonos. Ella se fue en un taxi y yo dejé mi carro en una cochera porque estaba movido y quedamos en encontrarnos en un sitio que ella escogió. ¡En la puerta de la Inquisición al costado del Congreso! Me hizo un tour por Barrios Altos. Hasta me llevó a conocer la famosa ‘Quinta Heren’, donde tomamos un vinito.
En la noche nos fuimos a una peña criolla de las antiguas con músicos de los viejos tiempos. Esa noche otra vez solo nos besamos y la dejé en su casa como la canción ‘Ella’, donde Luis Enrique canta ‘todas las noches la llevo conmigo a pasear/ y la regreso temprano a su casa para que pueda soñar’. Pero después empezamos a demoler hoteles ingresando a horas inusuales: las siete de la mañana y saliendo yo me iba al ministerio y ella a estudiar.
Una mañana me dijo a boca de jarro: ‘Chatito, me caes bien, me gustas, recibe lo que te doy y no me exijas nada, porque algún día te voy a dejar. Lo nuestro solo es pasión, la paso bien contigo, pero sabes que tengo novio’. Pensé que era una broma. ¡Yo no sabía que tenía novio! Me había enamorado de ella, pese a que estaba casado. Un día se desapareció, no respondía mis mensajes. No iba a su universidad.
Le pregunté a su hermana y ella me volvió a mi realidad. ‘Chato, olvídala, ella no es para ti’, me dijo muy seria. Recuerdo que esa noche lloré en mi carrito a solas tomando una botellita de ron. Al mes me llegó un parte de matrimonio de Carito. La muy bandida ¡había estado haciendo su despedida de soltera conmigo! A mis espaldas se había comprometido con un arquitecto de billete.
La verdad es que me rompió el corazón. Me fui a tomar unos tragos con mi hermano Pancholón, quien me dijo: ‘Causa, vamos al matrimonio, nos bajamos un ron y le vas a mover el bobo’. No quise. Solo canté a voz en cuello la canción de ‘El Cano’ Estremera, ‘La boda de ella’: ‘La boda de ella tiene que ser la mejor/ Va a estar llena de cariño y también de mucho amor/ La boda de ella siempre va a ser comentada/ Pues va a haber mucho champán y también piña colada’. Pancholon me aconsejó: ‘Un viaje, deja bien a los varones y sacas la cola. Chato, recuerda que hay cuatro mujeres para un hombre’”. Pucha, ese Matta también tiene sus historias, pero no es como el cochino y sinvergüenza de Pancholón. Me voy, cuídense.
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