Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por una ensalada de fideos con mayonesa, perejil picado y un pollito dorado encima. Para la sed, un refresco de maracuyá fresquecito.
“María, la corrupción está tan extendida en nuestro país que mucha gente se sorprende cuando encuentra a alguien honesto. En la política son contados con los dedos de una mano los que solo trabajan por el bien de la gente. La gran mayoría está metida en escándalos de enriquecimiento ilícito, coimas y sucios arreglos bajo la mesa. Pero la deshonestidad se da en todos los niveles: desde el chofer infractor que le da dinero a un policía para que lo deje ir, pasando por el médico que abandona a los enfermos de hospital para ver a pacientes en consultas privadas, o el comerciante que te da gato por liebre.
Si hay tantos chicos estudiosos que ingresan a las universidades con altas notas, por qué tanta podredumbre. No mejoraremos si no cambiamos nuestras costumbres, y eso pasa por educar a nuestros hijos con valores.
La honestidad: Significa enseñarles que siempre hay que decir la verdad. No es ser ofensivos, pues la honestidad debe ir acompañada de respeto. Hay que hablar con sinceridad y respetar las opiniones de otros.
La responsabilidad: Inculcarles que se deben cumplir las obligaciones y tener cuidado al tomar decisiones o realizar una acción. Es una cualidad de las personas capaces de comprometerse y actuar bien.
El respeto: Hay que inculcar a los hijos que deben ser atentos y considerados con los demás. Es uno de los valores humanos más importantes. Hay que respetar los derechos de otros para que respeten los nuestros.
La tolerancia: Enseñarles a aceptar con respeto y consideración a otras personas de distinto aspecto, creencias o prácticas, pues fomenta la buena convivencia. Es no impedir a otros que hagan lo que desean.
La sensibilidad: Desde pequeños hay que enseñarles a ayudar, a ser compasivos, utilizar la empatía y entender el dolor ajeno. Una persona sensible comprende las miradas y los gestos de quien necesita algo.
La gratitud: Los chicos deben estar conscientes de que tienen mucho por qué dar las ‘gracias’. Deben entender que no hay que quejarse tanto de lo que no se tiene, sino sentir satisfacción por lo que se posee.
La humildad: Hay que dejarles claro que todos tenemos defectos y hay que aceptarlos, aunque eso no significa que no debamos esforzarnos por superarnos”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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