El Chato Matta vivió grandes momentos con Débora, pero al final terminó tomando con Pancholón.
El Chato Matta vivió grandes momentos con Débora, pero al final terminó tomando con Pancholón.

El Chato Matta llegó al restaurante por su sudado de chita enterita con arroz graneadito, limón, rocoto molido y su jarra de chicha morada al tiempo. “María, estaba viendo televisión y casi me caigo de espaldas. ¡Era la flaquita Débora! del brazo de su esposo, un empresario que ya anunció que se va a lanzar a la presidencia de la república! La conocí en el ministerio, donde ella entró como practicante y tenía veintidós añitos. Alta, delgadita, con una carita de ángel, se le veía toda la pinta de una modelo de esas que salían en las revistas de moda. Con su pelo lacio y negrísimo, acaparaba las miradas de los ‘lobos’ del ministerio.

Una noche, en la fiesta de fin de año, el jefe de Personal, un gordo vulgar, la había sentado en su mesa con los jefes y le servía trago, pero ella se hacía la loca. En un momento me sorprendí porque se acercó Débora junto con mi amiga, la señora Elizabeth, la más chismosa del piso. ‘Chato, saca a bailar a Débora que el gordo Carlos quiere emborracharla a puro whisky’. Ella se reía.

Bailando su canción preferida, ‘Devórame otra vez’, de Lalo Rodríguez, me reveló: ‘Chato, estos creen que no me doy cuenta de sus estupideces en doble sentido. ¡Y así creen que me van a llevar a la cama!’. Débora me sorprendió. De repente, desde la mesa vi que el gordo Carlos me observaba con ojos de odio. Algo le hablaba a un flaco de mirada siniestra, que era el jefe directo de Débora. Al rato se nos acercaron y le propusieron a ella: ‘Vámonos a Barranco a comer parrilla y seguirla, esto ya está en muere’. ‘Vamos, pero también con Matta’, dijo ella.

Esa noche estábamos en una mesa y el jefe de Personal se pasó de borracho. Le agarró la mano a Débora y se mandó: ‘Ya no puedo seguir ocultando lo que siento. Te amo y quiero que me des una respuesta’. La flaquita le respondió: ‘Carlos, pero si tú eres casado y tienes hijos’. Y él contestó antes de ponerse a llorar: ‘No me importa nada si no estoy contigo’. Francamente, yo me aguantaba para no reírme.

Gina, una chilena del área de Marketing, no se contuvo y soltó una carcajada. Débora me dijo: ‘Voy al baño, pero te espero afuera’. Nos fuimos a bailar al ‘Burrito’ de Risso y luego demolimos un hotelito de Petit Thouars. Los días siguientes llegaron con la represalia del gordo Carlos. Me mandó a trabajar de amanecida, pero a la flaquita no la tocó, es más, le seguía mandando chocolates y rosas, como todo un decadente y perdedor. Pero una noche encontré un sobre con una carta en mi escritorio. Era la despedida de Débora.

‘Chato, después que leas esto no me busques, pues ya habré renunciado. No soy para trabajar tantas horas, ganar tan poco y soportar el acoso asqueroso de mucha gente. Espero haberte hecho feliz como tú a mí. Adiós, Chatito lindo. Tu Débora’. María, ese día busqué a Pancholón y nos fuimos a chupar hasta morir. La próxima semana te sigo contando”. Pucha que ese Chato Matta tiene sus historias. Me voy, cuídense.

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