Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por unos tallarines verdes con chuleta frita. Para tomar pidió una jarrita de limonada frozen para bajar el calor. “María, los niños siguen de vacaciones hasta todo febrero y aprovechan todos los días para descansar o jugar con sus amigos.
Los padres debemos incentivarlos a hacer deporte o matricularlos en algún taller de fútbol, vóley o natación. Porque no hay como el deporte para alejarlos de los vicios de las drogas, la delincuencia y el celular.
Debido a las redes sociales o los streamings, muchos niños y jóvenes se pasan horas de horas pegados a las pantallas de los celulares, sin hacer más actividad física que bajar a comer.
Cuando yo era niño, aprovechábamos cualquier hora libre para jugar en la calle. Podía ser fulbito pistero, a la chapada, montar bicicleta o a bata. No había ningún infante aburrido.
Algo teníamos que hacer y solitos. No intervenía el padre o la madre para nada. Yo aprendí a bailar trompo mirando a mis amiguitos. Y también a jugar a las canicas o a hacer goles en ardorosos partidos.
Con tal actividad, no recuerdo que hubiera niños gordos o fofos en mi época. Pero las vacaciones deben ser ocasión igualmente para que los hijos pasen más tiempo con sus padres, que vean películas juntos, que salgan a pasear a la playa, al campo o al cine.
Que desayunen, almuercen o coman juntos, contándose anécdotas, bromas o alguna información que no se conoce. El tiempo que pasa no vuelve. Por eso debemos aprovechar todos los minutos posibles para estar con los que más queremos. Los padres asimismo deben dejar de ser egoístas y pensar más en la familia. Más que en los amigos, las borracheras o las juergas. Eso está bien para los solteros sin responsabilidades. Así viviremos mejor y más felices.
Qué buenos consejos da Gary. Me voy, cuídense.
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