Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un tallarín saltado de carne con su sopita wantán. Para tomar pidió una jarrita de chicha morada. “María, somos realmente un país privilegiado en todos los sentidos. Tenemos la única capital de América del Sur con vista al mar, una costa inmensa, una selva amazónica que es pulmón del mundo, el lago más alto de la Tierra, como el Titicaca, la cordillera de los Andes con los picos más hermosos, la sierra hermosa y un pasado esplendoroso lleno de culturas que hoy mismo asombran a los turistas, como el Tahuantinsuyo, Wari, Chimú, Moche, Nasca y Paracas.
Hace poco nomás fue descubierto en Ocucaje, Ica, el llamado Perucetus colossus, el animal más pesado que alguna vez habitó la Tierra. Eso no es nada, tenemos la gastronomía más impresionante de todas, que solo cuando sales del país y pruebas otras comidas, te das cuenta de que la nuestra es la más rica, variada y espectacular. O sea, no nos falta nada para ser una potencia mundial.
Nuestro pueblo lleno de inventiva y creatividad debe trazarse objetivos de mediano y largo plazo. Trabajar para llegar a ser una nación del primer mundo. Lo primero que debemos hacer es amar a nuestro bello país. Amar significa no depredar las especies, no ensuciar, no contaminar el ambiente y no robar.
Necesitamos volver a ser un país seguro. Un lugar ideal para vivir. Necesitamos desterrar para siempre a los corruptos y encerrar para siempre a los ladrones, estafadores y violadores. También cerrarles las puertas a los extranjeros delincuentes que vienen acá a asesinar.
Nuestros ríos y lagos deberían volver a ser cristalinos y limpios. Cuentan las crónicas que en la Colonia el río Rímac, a la altura del puente de piedra, abastecía de camarones a la ciudad capital. Y alguna vez Lima fue conocida como la ‘ciudad jardín’, por sus innumerables bosques, parques y jardines.
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