Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un arroz chaufa amazónico, con su chorizo ahumado y ajicito de cocona. Para tomar pidió una jarrita de chicha morada. “María, el Estado creo la Policía para proteger a la población de los delincuentes. ¿Pero qué pasa cuando los mismos policías son ladrones o extorsionadores?
Esto lo digo porque en estas fechas los agentes de uniforme se ponen angurrientos y arman operativos para pedir ‘una colaboración’ en efectivo a sus víctimas. En el Callao o Lima, se ponen en la pista y gracias a las placas se enteran si alguno tiene alguna papeleta no pagada, no han hecho revisión técnica o poseen alguna anormalidad en su vehículo.
Luego detienen al conductor y de manera ‘educada’ le dicen que tiene un problema, pero podrían arreglar para que no sean llevados a la comisaría. El monto está de acuerdo a la gravedad de la falta u omisión. Puede ir desde 50 soles (es que 20 ya no aceptan) hasta mil soles o más. Siempre lo he dicho, urge una reestructuración de la Policía Nacional.
Hay que cambiar las escuelas de Policía y expectorar a todos los que tengan faltas penales. No es posible que los mismos efectivos a quienes pagamos su sueldo a través de nuestros impuestos se dediquen a extorsionarnos.
Hay otros más, que son ladrones avezados. O que alquilan sus armas para asaltos. También hay los que dan seguridad a los delincuentes o reciben dinero por algún soplo. La respuesta está en las autoridades. ¿Quieren combatir de verdad el crimen? Empiecen por la Policía.
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