
Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un tallarín rojo de pollo, con papa a la huancaína. Para tomar pidió una jarrita de té tibio. “María, impresionantes las imágenes del empresario Miguel Ángel Requejo quien, aparentemente ebrio, embistió con su lujoso carro de 400 mil soles al restaurante El Charrúa, en La Molina, arrollando a un par de comensales que se salvaron de milagro. Minutos antes había peleado con otros clientes, al parecer porque quería que le sirvan más licor. El video es aterrador. La camioneta 4x4 embiste un muro de ladrillos, rompe las mamparas de vidrio y se lleva a dos personas que estaban en una mesa. Increíble que todo no haya acabado en una desgracia. Requejo, al día siguiente, afirmó que lo habían golpeado entre varios, que la sangre no le permitía ver bien y como era un carro nuevo, no lo pudo maniobrar. Las víctimas han afirmado que lo denunciarán por intento de homicidio.
Esto me hace pensar en lo importante que es la salud mental en las personas. Hay mucho desequilibrio. La gente se pelea por tonterías, no se controlan y terminan muchas veces matando a alguien. Sucede en todos lados. Así como cuando nos duele la muela vamos al dentista, si tosemos mucho vamos al neumólogo, lo mismo, si tenemos ansiedad, cuadros de violencia o estamos erráticos, de inmediato debemos ir a un especialista, a un psicólogo o psiquiatra. Personas como el conductor de esa camioneta no deberían manejar nunca más. Son un peligro. Un vehículo a motor es un arma mortal. Debemos hacer actividades de recreación con la familia, salir a pasear, ir a la iglesia, viajar, jugar fútbol o cantar para liberar tensiones. Y alejarnos de los problemas y las peleas. Nunca se sabe con qué loco violento y armado te puedes cruzar. Todos los días los choferes se pelean, insultan y tocan el claxon desesperados. Hay que respirar profundo y calmarnos. La violencia nunca conduce a nada bueno. Hay que pensar que nos esperan en casa”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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