Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un lomo saltado con papas fritas, arrocito blanco y su rocoto molido. Para tomar pidió una jarrita de chicha morada. “María, ya no se puede confiar en nadie. En la calle no solo te pueden asaltar o matar de un balazo, sino también atropellar. Los niños y adolescentes están en riesgo aún cuando van a una fiesta, al cine o a un campamento. La vida ya no es como antes, cuando no había tanto monstruo y delincuente pululando por ahí.
La sociedad se está desmoronando a paso largo. Por eso hay que cuidar hoy más que nunca a nuestros hijos, no dejarlos tan libres porque uno no sabe lo que les puede pasar en la casa de un amigo, en el parque o en nuestro propio domicilio. Mi lema es siempre: desconfía de todos.
Estadísticas señalan que las violaciones de menores se dan principalmente en el ámbito familiar. Soy ‘podrido’ y no me como cuentos. Siempre estoy con un ojo mirando a mis hijitos. Si van a una fiesta, yo los llevo y recojo. Pero antes averiguo quiénes son los amiguitos, quiénes van a ir, cómo son los papás, su trayectoria, el barrio.
Cuando eran más chiquitos y debían ir a los talleres de verano, yo los llevaba y me quedaba, o lo hacía mi esposa. Ahora que usan celulares y tablets, tengo el control parental y sé con quiénes hablan, qué información buscan por internet, qué consumen y la última película que vieron. Algunos consejos de los expertos:
- Conversa siempre con tus hijos. Aprovecha los desayunos, almuerzos o cenas. Date un tiempo para intercambiar información.
- Desde muy chiquitos acostúmbralos a que te cuenten todo lo que les pasa, lo bueno y malo.
- Enséñales con ejemplos que nadie debe tocar su cuerpo. Eso es sagrado. Y si alguien lo hace, que te lo cuenten de inmediato.
- Desconfía de todos. Siempre mantente atento, averigua todo y pregunta bastante.
- En los barrios a veces se forman redes de información entre los vecinos para cuidar a los hijos. Aplícalo”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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