Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por su bistec a la chorrillana con arrocito blanco y una jarrita de agua de carambola. “María, llegué tempranito a la Redacción y me encontré con el legendario periodista de Policiales, el ‘Sonámbulo’. Amigo inseparable del recordado Jorge Salazar, cronista y novelista, conocido como el ‘Negro’, un sibarita y mujeriego. Pero el ‘Sonámbulo’ tuvo una labor destacada en esos años de la insania terrorista. Arriesgaba el pellejo viajando a Ayacucho, donde vivió una temporada y se salvó de milagro, porque el taxista le hizo una jugada. Ya le había pagado por adelantado para que lo recogiera en su hotel y lo lleve al hostal Santa Rosa, donde se iban a concentrar los hombres de prensa que viajarían a Uchuraccay. El taxista nunca fue por él. Eran las cuatro de la mañana y por el toque de queda, no pasaba ningún taxi. Se fue caminado al punto de encuentro, pero los colegas habían partido.
El periodista nunca quiso aceptar ser profesor en algunas universidades ‘truchas’ que lo convocaron. ‘Prefiero que vengan alumnos a los que verdaderamente les apasiona el oficio. Aquí les doy algunos consejos, charlas, les recomiendo libros y les cuento anécdotas de la profesión’. Justo ese día se presentaron sus pupilos: ‘Maestro, siga recomendándonos los mejores libros de literatura policial’. ‘Hay un autor norteamericano a quien muchos catalogan como escritor de terror, pero es el pionero en hacer literatura policial. El gran Edgar Allan Poe, quien publicara en 1841 ‘Los crímenes de la calle Morgue’. Allí, por primera vez, aparece un detective privado que resuelve los casos que son una incógnita para la policía: Auguste Dupin. Poe moriría pobre, alcoholizado en una oscura calle del puerto de Baltimore. Años después, sir Arthur Conan Doyle, utilizando el modelo de Poe, se haría millonario con su personaje, el detective Sherlock Holmes. También les recomiendo a la gran Agatha Christie. Ella llevó al extremo la resolución de crímenes que parecen imposibles. Por ejemplo, en ‘El misterioso caso de Styles’, una millonaria es encontrada muerta en su habitación. No se sabe si sufrió un infarto o fue envenenada. Allí aparece su personaje entrañable: el inspector Hércules Poirot, el famoso detective belga. Para el a veces insoportable pero brillante detective, cualquiera de los que estuvo en la mansión pudo ser el asesino. A puerta cerrada, acorrala con su astucia a los sospechosos hasta lograr resolver el crimen. Pero Agatha en 1975 mató a su inolvidable protagonista, en su novela ‘Telón’. Cuando murió el inolvidable detective regordete y con mostachos, el influyente diario The New York Times le dedicó un obituario: ‘Hércules Poirot ha fallecido, el afamado detective belga’. Tiempo después, la gran escritora le seguiría los pasos a su personaje’. Los estudiantes salieron satisfechos directo a la biblioteca a sacar los libros que les recomendó el ‘Sonámbulo’”. Pucha, ese señor es un gran periodista. Me voy, cuídense.
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