El fotógrafo Gary llegó al restaurante por su plato grande de lentejitas con su arroz blanco graneadito y una cojinovita frita encima. “María, llegó a la Redacción el popular ‘Cigarrito’. ‘Gary, ahora no te voy a gorrear almuerzo. Yo te invito, como en esos viejos tiempos en que era el rey de la política y hasta un presidente, que ahora acusan de corrupto, me llevaba a almorzar al ‘Cordano’... Hermanito, gracias a ti que me mencionas en la columna me gané una buena chamba en una conocida universidad para dar unas charlas de periodismo. Llegué muy temprano. El salón estaba vacío. Me puse a repasar mi ponencia mirando frente al pizarrón. Uno a uno, los alumnos entraban. La verdad es que estaba un poco ‘resaqueado’, pero al toque me recuperé y les recordé cuando era el bravo de la página política en un diario que ahora yace en el cementerio de papel.
Chicos -les conté- en mis tiempos redactábamos en máquina de escribir. El diario estaba tan caído de fondos que los mismos redactores llevábamos nuestra cintas de máquina y las cuidábamos como oro. Pero la insania terrorista de Sendero Luminoso nos tenía en jaque. Porque de siete noches, tres nos quedábamos a oscuras, en apagón. Al principio, el gerente compró cajas de velitas misioneras para poder trabajar. Como el diario, increíblemente, estaba como líder de ventas, el gerente adquirió un grupo electrógeno. Pero demoraba. En esas horas de apagón, los periodistas más jóvenes, chicas y chicos, se iban al segundo piso a jugar a la ¡¡botella borracha!! Varias parejitas se lograron en esas noches por obra y gracia del maldito terrorismo. Yo estaba picón porque nunca me llamaban a esos juegos el gordo Rolando, ‘Caníbal’, Luchita, Ruth, ‘Pico’, Erika, Tadeo, Diana Vega, el ‘Chino’, Rachel, Lulú y unas policiacas bien bandidas y guapetonas.
Una noche en que hubo apagón, me había metido en la oscuridad con una chata de ron sin que nadie me viera. Ya ‘picadito’, subí al segundo piso justo cuando un castigo mandaba darle un beso en la boca a Ruth, la más deseada del grupo. Como el castigado era el ‘Chino’ fotógrafo, se moría de vergüenza, así que yo, que no estaba en el juego, me adelanté y me la iba a chapar bien rico. Ella ni sabía que no era el ‘Chino’, pero justo cuando mis labios estaban junto a los suyos ¡¡volvió la luz por el grupo electrógeno!! La pobre Ruth se desmayó al verme con mi cara arrugada y tufazo a ron. Un soplón que nunca falta en una redacción, le fue con el cuento al inmenso director, que me llamó a su oficina. Entré temblando, pensando que me iba a botar.
¡‘Cigarrito’, no te da vergüenza meterte a los juegos de los jóvenes redactores! Dale gracias a Ruth que no te boto por mañoso y viejo verde, ella te defendió. Ahora toma tu pasaje y ándate una semana a Iquitos. Disfruta. Regresa fresco, porque la próxima semana interpelan al ministro”. Pucha, ese señor ‘Cigarrito’ tiene grandes historias. Lástima que no guardó pan para mayo por ‘borrachín’.
Me voy. Cuídense.
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