Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por unas cachemas fritas con papitas doradas, ensalada de cebolla y tomate con su ajicito y, para tomar, una manzanilla al tiempo. “María, en las últimas semanas se nota una especie de arremetida de la delincuencia contra transportistas y negociantes. Parecen más violentos y activos y muchos de esos criminales son extranjeros, especialmente venezolanos. Es como si estuvieran entrando más lacras por nuestras fronteras. En Tumbes, la Policía ejecuta un plan para impedir el ingreso de ilegales, pero algo parece que no anda bien.
El Gobierno debe darle máxima prioridad a la vigilancia de todas nuestras fronteras, especialmente en los pasos por donde entran ilegales. Sobre todo ahora que Estados Unidos realiza redadas en su país para expulsar a criminales extranjeros, como del Tren de Aragua, y cuando en Chile es probable que gane la presidencia el derechista José Antonio Kast, quien ha prometido expulsar a todos los ilegales, que son cientos de miles.
Es obvio que van a buscar botarlos por Tacna, como ya intentaron hacer en 2023, cuando se produjo enfrentamientos con nuestras autoridades por este motivo. Perú no es el basurero de ningún país y no podemos permitir que nos llenen de hampones, no solo por una cuestión de seguridad, sino por dignidad. Como te he dicho varias veces, la gran mayoría de venezolanos en el Perú son gente decente y trabajadora que se vieron obligados a huir de su país para escapar del hambre y la miseria del régimen chavista.
El rechazo no es hacia ellos, a quienes se les acoge con cariño pese a que el Perú no es un país rico y tenemos graves deficiencias en salud, educación, trabajo y otros. Pero no podemos seguir recibiendo a los criminales más malditos, sean de Venezuela o de otro país. Las autoridades tienen una responsabilidad muy grande ante este problema. No basta solo con luchar contra la delincuencia extranjera en el Perú, es clave no seguir permitiendo que entren”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
