
El Chato Matta llegó al restaurante por un sabroso ají de pato con yuquita sancochada y una porción de arroz blanco graneadito. Para calmar la sed se pidió una jarra con limonada de hierbaluisa. “María, los años pasan y la verdad es que ya estoy plantado. Antes liquidaba con mi hermano Pancholón y las madrugadas eran nuestras con diferentes pantaloncitos.
Una vez el gordito me confesó por qué era tan tramposo y mujeriego. Fue una noche en la que se emborrachó a puro ron. Hasta derramó unas lagrimitas. ‘Chato, corría la época donde estaba en la universidad, cuando ni siquiera imaginaba que iba a ser un relator famoso y un abogado exitoso.
Era solo el hijito de mi viejo ‘Mazamorrita’, que me pagaba los estudios. Además, tenía una enamorada a la que amaba con locura, la mejor chiquilla del barrio de San Martín de Porres: Toffy. Un cuerpo espectacular.
Puro besito y respeto, porque quería llegar pura al altar. De pronto, mi dulce niña comenzó a rechazarme. No contestaba mis llamadas a su teléfono fijo, pues no había celular en esos tiempos. Entonces, enfermo de celos, empecé a hacerle la guardia.
Una noche vi un Volkswagen estacionado en su puerta. Toqué desesperado y su mamá salió y me miró con una cara de odio. ‘¿Qué quieres?’, me gritó la vieja. ‘¡Quiero ver a Toffy!’, grité. ‘Ella está con su novio. Un hombre importante y trabajador, no un misio como tú’, respondió la tía.
En eso salió un chato cholón con una barriga chelera, pero con un cadenón de oro en el cuello. ¡Era el cholo Huaraca de la tele! Con aires de mandón me gritó: ‘Arráncate de acá, oe chibolo, porque Toffy es la futura bailarina estrella de mis programas, es mi mujer y no perderá más el tiempo con un tonto que solo le invita salchipapas de ambulante en la avenida Perú’. En eso salió Toffy. ‘Mi amor... ¿y todos nuestros planes?’, le pregunté. ‘Pancho, lo siento, ya fuiste. Huaraca es mi amor’.
El cholón, al ver que me le iba encima, sacó un pistolón y me lo puso en la cabeza. ‘Arranca, gordito, desaparece’. Me fui blanco de miedo. Abandoné el barrio y me refugié en el trago. Juré que nunca más me iba a enamorar de ninguna mujer, solo hacer el amor y poseerlas a todas, por eso estoy divorciado dos veces y no me casaré con la tóxica’.
El gordito estaba melancólico y puso a todo volumen una de sus canciones favoritas del grupo Los Villacorta: Esta noche/ Como todas las noches/ Voy a hacerte mía de una y mil maneras/ Esta noche/ Como todas las noches/ Entra en mi fantasía, encenderé mi hoguera/ y olvidaré que es un pecado mortal/ Que la mujer de un amigo se debe respetaaaarrr...’”. Pucha, yo no sé qué hace el Chato, que es un hombre bueno, con ese sinvergüenza y cochino de Pancholón. Me voy, cuídense.

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