Chelita se subió al carro del Chato Matta
Chelita se subió al carro del Chato Matta

El Chato Matta llegó al restaurante por su espectacular timbal de mariscos con yuquita sancochada, rocotito en rodajas y una jarrita de emoliente calientito para bajar la grasita. “María, cuando estaba trabajando en el ministerio salía con una practicante de Contabilidad, que estudiaba en San Marcos: Gracielita. A veces iba a buscarla a su pabellón y una vez, unos ‘terrucos’ me pararon: ‘¡Oye, tú no serás soplón de la policía!’.

Ya me iban a encerrar en un salón para ‘ajustarme’, pero llegó ‘Chelita’ y los cuadró: ‘¡Es mi enamorado, déjenlo tranquilo!’. Recuerdo que le cantaba ‘La incondicional’ de Luis Miguel, pero ella no era sonsa. Yo le había dicho que estaba separado, pero era mentira. Como tenía una compañera de salón que vivía por mi barrio, le encargó que me haga el ‘reglaje’.

‘Chela, el Chato no está separado, lo vi el domingo en el mercado con una gordita y dos chibolitos’. La sanmarquina estaba enamorada de mí y se desquició con la noticia. El lunes, en el ministerio, no me dio cara. El miércoles encontré una carta en mi escritorio: ‘Chato, cómo pudiste hacerme esto a mí, me has roto el corazón. No soporto imaginar que cuando yo estoy sola en las noches en mi casa, tú a la misma hora estás muy feliz con tu familia. Me voy a España, donde mi hermana. Ya tengo trabajo allá y me mandó el pasaje. No me pidas que te perdone. Dios perdona, yo no’.

María, pasaron los años y le perdí el rastro. Al mediodía de un caluroso viernes, me tomó una carrera en el mall de Salaverry una dama elegante. ‘A La Mar, en Pueblo Libre...’. Esa voz era inconfundible. ¿Chelita? ‘¡Coño, Chato Matta! Para en una buena cebichería, te invito a almorzar’. Allí me contó que había terminado su carrera y se había casado con un español de plata, pero que se separó porque era muy borracho y celoso. Además, le apestaba la boca horrible.

Igual dejó ‘un piso’ para ella y su hija, y le pasa una buena pensión. ‘Estoy acá porque voy a invertir en bienes inmobiliarios, allá Hacienda te saca un ojo de la cara en impuestos’. Cuando le conté que me había separado, se emocionó y pidió dos pisco sour dobles. ‘Chato, si me fui es porque no soporté la noticia de que estabas casado y con familia. Nunca he sido una destructora de hogares, pues soy una mujer de principios. Pero ahora que estás solo, podemos darnos una segunda oportunidad...’.

Y me besó apasionadamente. En una de nuestras salidas, ella me alcanzó un papelito y me sorprendí, porque era un poema: ‘Tantas lágrimas y anhelos derramados, tanta emoción y sensibilidad contenidas/ en mágico vuelo ha llegado vida mía, nuestro reencuentro tan ansiado/ abrazarte hasta que la distancia se derrumbe en esta inmensa alegría, punto final del dolor’. ‘Chato, ahora que estamos solos, los dos podemos reencontrarnos para siempre. Ven conmigo a España. Aquí todo está muy violento, un día de estos te pueden matar por robarte y llevarse tu carro’.

Pucha, María, esa propuesta era tentadora. Estoy confundido. Y todavía Chelita me ha puesto un ultimátum”. Pucha, a ese Chato le pasan unas cosas... Me voy, cuídense. 

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