Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por unos frijoles con pescadito frito, ensalada de tomate, cebolla, rocoto y, para tomar, un jugo de naranja fresquecito. “María, la informalidad en nuestro país parece una epidemia que no solo explota a miles de peruanos, no paga impuestos y estafa, sino que, ¡oh, sorpresa!, también mata. Me pregunto cuántos centros de explotación como los de la galería ‘Nicolini’ habrá en el país. En el incendio en Las Malvinas murieron carbonizados los chiquillos Jovi y ‘Tubito’ porque su jefe los encerraba con candado en un horrible contenedor de acero, sin baño y casi sin ventilación.
Esa industria del fraude, en la que se borraban las marcas de malos productos chinos para ponerles las de empresas de prestigio, operaba a unas cuadras de Palacio de Gobierno y de la Municipalidad de Lima y nadie decía nada. Los representantes de funcionarios ediles que llegaron lo hicieron para pedir escandalosas coimas a cambio de darles la certificación que les permita operar ‘con todas las de la ley’, como se ve en un video. En los oscuros sótanos y las azoteas de Mesa Redonda, el Mercado Central, Gamarra, Las Malvinas y muchos otros centros de comercio, cuántos jóvenes, mujeres y madres necesitadas estarán siendo explotados en este momento por unos cuantos soles que les permitan sobrevivir apenas.
La empresa de transporte turístico que el domingo se volcó en el Cerro San Cristóbal, y que dejó nueve muertos y una treintena de heridos, también sería informal, según denunció una funcionaria de la Municipalidad del Rímac. ¡Y captaban a sus pasajeros en la misma Plaza de Armas de Lima!, frente a Palacio de Gobierno y la Municipalidad de Lima. Si te ofrecen paseos en este lugar, entonces supones que todo está en regla, que todos los controles y normas se cumplen. ¡Te sientes seguro! Pero no, todo no era más que una trampa mortal. ¡Estás en el país que es el paraíso de la informalidad!, donde el que quiere hace lo que le da la gana y no pasa nada.
Acá se le pega y escupe al policía, se ‘cholea’ a gritos al semejante, se construye sin permisos, se falsifica, se estafa, se esclaviza y no pasa nada. Salvo que suceda una desgracia, que mueran algunas personas, y entonces hay escándalo. Ahí sí las autoridades, que no hicieron nada, saldrán indignadas en fila a denunciar y condenar a los infractores. Luego, pasarán unos días, las cosas seguirán como siempre. ¿El Estado cumple su misión de hacer respetar las leyes? Claro que no. Hasta es tonto hacer esa pregunta. ¿Pero por qué el Estado no hace su trabajo? Por dos motivos: por incapacidad de los funcionarios, pero sobre todo, por la corrupción. Ese sucio cáncer que nos devora y destruye”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.