Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por su saltadito de pollo con arroz graneado, sopa de menestrón y, para tomar, agua de piña fresquecita. “María, vengo apenado por el crimen del estudiante universitario Flavio Rodolfo Durand Hernández, de 23 años, a quien hampones sin alma le dispararon en la nuca para robarle su celular, en una bodega ubicada a solo unos metros de su casa, en Chorrillos. A Flavio le faltaban solo unos meses para graduarse en Negocios Internacionales y minutos antes de ser atacado había regresado de la playa con sus padres y su hermanita de 16 años.
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