
El Chato Matta llegó al restaurante por una sabrosa parihuela de mariscos con arrocito blanco, limón y rocotito molido. Para la buena digestión pidió un anís tibiecito. “María, me timbró al celular el gran Pancholón. ‘Chatito, baja volando al local del cocinero con sed, el popular Freddy. Mi causita Engerbert Tapia me va a dedicar la canción Loco, del maestro Héctor Lavoe. Y cuidado que te sigan los envidiosos, ‘largadores’ y mala leche’.
Pancholón estaba embalado, pues había almorzado un rico muchame en La Caleta de Chucuito, de su hermano Gabriel, donde compartió con el catedrático, el doctor Javier Sotomayor. Cuando Engerbert lo vio, empezó a cantar: ‘Yo no sé por qué me critican, porque yo/ Soy loco, pero no le hago daño a nadie/ ¡Y seguiré loco!/ Porque soy así/ Me llaman loco/ Nadie sabe mi dolor/ Es que me conocen poco/ Loco/ Loco voy por la vida/ Canto/ Río y sufro también/ Soy humano/ Y todo me pasa/ Por eso siempre yo loco seré/ Y cada día más loco estaré... Chim Pum, vaya Pancholón, zorro viejo. Uno tiene su tumbao y yo tengo mi saoco. Para Pancholón, zorro viejo, el bravo de Trome’.
En medio de los tragos, el catedrático Javier Sotomayor le pregunta a Pancholón: ‘Has tenido muchas mujeres, ¿alguna vez una se te fue encima para pegarte?’. El abogado mujeriego le responde: ‘Sí, en dos oportunidades. La primera fue mi caballito de San Micky, una guapa mujer de 1.80 de alto y de un cuerpo espectacular. Una perita. Yo estaba con ella y mi amigo con su hermana. Salíamos en cuarteto a La Posada, pero ella se enteró de que mi amigo le había sacado la vuelta a su hermana.
Esa noche yo estaba con mi brother, que se chapaba a una coloradita, en mi camionetón escuchando vallenatos y tomando un roncito XO. ‘Ya no pasa nada con la hermana de tu flaca, Panchito, ya fue’. De pronto aparece mi chica y mi causa me dice: ‘Papá, ahí viene tu caballito, baja y habla con ella. Su hermana le ha contado llorando que no pasa nada’. Así que bajo y le doy el alcance para que no llegue al carro. Le extiendo los brazos para darle un beso, pero ella, con la rabia, me estampó un cachetadón que me dejó rojo como un tomate. ‘Eres un alcahuete, basura, no te quiero ver nunca más en mi vida’.
Dio media vuelta y se fue gritando lisuras. La segunda vez que me atacaron fue cuando partí a Chotillo con la ‘burrier’, una impresionante mujer alta y de pecas que había pasado una temporada en Chorrillos y yo no sabía nada. Los fines de semana se quedaba a dormir conmigo. Después de seis meses juntos, una noche viene en su bicicleta y me dice: ‘Amor, vamos a casarnos y tener tres hijos’. Yo le respondí: ‘¿Casarnos?, ¿estás loca? No te confundas. La pasamos bien, te hago rico el amor, el ‘salto del chanchito’, pero ahí nomás’. No había terminado de hablar y me lanzó un cachetadón tan fuerte que hasta ahora tengo secuelas, pues siento un zumbido en el oído que es irreversible’”.
Pucha, ese señor Pancholón es un tremendo cochino y sinvergüenza. Pero su castigo será que terminará solo, viejo y mal de la próstata. Me voy, cuídense.








