
Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un sudadito de mero con su limoncito y ají molido. Para la sed pidió una jarrita con emoliente tibiecito. “María, las organizaciones criminales le están ganando la guerra al Estado. No hay ciudad importante en el Perú que no esté asolada por las mafias de cobros de cupos.
Hasta hace unos años los extorsionadores solo se centraban en los negocios grandes. Pero ahora exigen cupos a bodeguitas, vendedores ambulantes, empresas de transporte público, orquestas musicales y hasta albañiles. Y con ese dinero se hacen más poderosos, con mayor capacidad de fuego.
El atentado con explosivos en Trujillo, que destruyó una casa y afectó a todo un barrio, es un ejemplo de ello. Lo peor es que la Policía ha sido penetrada por los hampones. Y hace unos años todo empeoró con la llegada de bandas extranjeras como el ‘Tren de Aragua’, asesinos despiadados, secuestradores y proxenetas. ¿Qué hacer? El gobierno de Dina Boluarte solo ha tomado medidas efectistas, como declarar el estado de emergencia.
Pero el número de homicidios y extorsiones no disminuye, sino que aumenta. Los delincuentes no le temen a la justicia. Saben que pueden ser liberados por un juez o fiscal corrupto o inepto, y que aún si son encarcelados, desde sus celdas podrán continuar con sus fechorías.
Urge entonces: construir cárceles de verdad seguras en zonas alejadas. Ya lo hemos dicho en otras oportunidades: Modifiquen las leyes para que los cabecillas de las organizaciones criminales no reciban visitas y tampoco tengan contacto con otros presos. Sepúltenlos en vida porque son un peligro para la sociedad. Aprendan de El Salvador.
Además, reestructuren el Ministerio Público y el Poder Judicial. Basta de magistrados ideologizados que defienden a los delincuentes en lugar de priorizar a la sociedad. Y los exámenes de ingreso a la Policía deben ser mucho más estrictos, porque no se puede seguir permitiendo que ingresen potenciales delincuentes que usan el uniforme para delinquir”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.








