Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por una sopita de verduras con harta menudencia de pollo, frejoles con seco de ternera y, para tomar, cebada heladita. “María, hace unos días fue intervenido el vigilante de un condominio de Surco, tras ser acusado por una menor de 14 años de acosarla.
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Según la agraviada, el hombre de 23 años consiguió su número de teléfono y comenzó a escribirle insistentemente y hasta le hizo un seguimiento, aprovechando que tenía acceso a las cámaras de seguridad del edificio. “Se aprovechó de la cercanía que tiene por ser seguridad del edificio. Comenzó a mandarle mensajes y luego a hacerle una vigilancia, un seguimiento”, dijo un policía que investiga el hecho.
“Estás sola en tu casa, he visto que han salido tus padres”, le dijo en un mensaje. Felizmente la chica se armó de valor y les contó todo a sus padres; tras la denuncia respectiva, el sujeto fue detenido.
Así como este, hay miles de casos en todo el país sobre adultos que acosan y hasta llegan a abusar de menores de edad, envalentonados porque estas aún no tienen una personalidad fuerte y son fácilmente manipulables. Los acosadores están en todas partes, en el colegio, en el barrio, dentro de la familia y, como vemos, también en un condominio.
Ante ello es necesario que siempre haya un diálogo con los hijos, para saber qué les está molestando o qué les preocupa. A veces los niños no cuentan las cosas por vergüenza o miedo. Por eso los padres debemos estar atentos al comportamiento o los cambios de humor de nuestros hijos. Si están muy callados, se encierran en su cuarto o paran molestos. Aquí algunas señales que indican que hay un problema de acoso:
-Tienen lesiones inexplicables.
- Pierden o rompen la ropa, libros, dispositivos electrónicos o joyas.
- Padecen de dolores de cabeza o estómago frecuentes, sensación de malestar o simulación de enfermedad.
- Cambios en los hábitos alimentarios, como saltarse horarios de comidas o atracarse. Los niños pueden llegar de la escuela con hambre porque no almorzaron.
- Dificultad para conciliar el sueño o pesadillas frecuentes.
- Calificaciones bajas, pérdida de interés en las tareas escolares, o el niño se niega a ir a la escuela.
- Pérdida repentina de amigos o deseo de evitar situaciones sociales.
- Sentimientos de impotencia o disminución de la autoestima.
- Comportamiento autodestructivo como escaparse del hogar, autoinfligirse heridas o hablar de suicidio”. Asu. Qué miedo. A estar atentos con nuestros hijos, mucho más que siempre. Me voy, cuídense.
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