Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un poderoso caldo de gallina con presa grande, huevito duro, cebollita china, papita amarilla, limón y rocotito molido. Para tomar pidió una jarrita de emoliente calientito.
“María, en estos tiempos todo el mundo se queja de la mala salud. Y en este inicio de invierno abundan las personas con males respiratorios. Algunos tienen bronquitis y otros faringitis. En los colegios también se ven afectados los niños por diversos virus.
Los hospitales y clínicas se ven todos los días abarrotados de pacientes. A ello se suma que la gente, al menos en las ciudades, anda acelerada, estresada y nerviosa. Todo el mundo se pelea y va por el mundo con cara de pocos amigos. Muchos, además, se pasan horas de horas en el trabajo, pues la cosa está bien difícil y hay que cumplir metas.
Hay que tener presente que el exceso de trabajo siempre nos pasa factura. Al menos debemos cumplir algunas reglas para ayudar a nuestro organismo, como por ejemplo respetar las horas de la comida y almorzar, cenar o tomar desayuno en un ambiente tranquilo, donde uno se relaje, se cuenten anécdotas divertidas o chistes.
Pero sobre todo uno debe comer bien y sano, dejando de lado las grasas trans o frituras y preferir las verduras, las frutas y agua. Estos consejos pueden ayudar.
- Reduce tu consumo de carne. Sobre todo a determinada edad. La carne tarda muchos días en digerirse. Bebe mucha agua. Eso ayuda a la digestión y limpia nuestro organismo.
- Practica ejercicios. Puedes correr, jugar fulbito, vóley o manejar bicicleta. Todo vale.
- Opta solo por las grasas saludables, como el aceite de oliva, o el que contienen la palta, las aceitunas, los frutos secos o el pescado azul como el atún.
- Reduce el consumo de sal y azúcar. La comida salada es perjudicial para la salud cardiovascular y, como la demasiado azucarada, impide la pérdida de peso”. Qué buenos consejos. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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