El Chato Matta llegó por un sabroso ají de gallina con su porción de arroz blanco y rocotito molido. Para calmar la sed se pidió una jarrita con agua de cebada con linaza. “María, ahora que se acercan las fiestas navideñas, algunas chicas se ponen intensas y se desesperan por volverte a ver, pese a que en su momento las cosas terminaron mal. Al principio, las relaciones son perfectas, no hay defectos y uno ve solo virtudes.
Así me veía Marissa: ‘Chato, los hombres son como juguetes de una fábrica, salen en serie como los muñecos de Chucky, pero tú eres un defecto de fábrica y no saliste en venta’. Yo al principio me molesté, pensé que me estaba ofendiendo: ‘Chato, al contrario, te estoy halagando. Eres distinto, especial, no como la mayoría de hombres que hablan las mismas cosas’.
Con Marissa vivíamos como si la vida fuera un burbuja de jabón a punto de estallar. Demolíamos un hotelito de Lince toda la noche, pero al amanecer se ponía nerviosa para irse: ‘Déjame aquí, en el paradero de la avenida Salaverry. Vivo en Los Olivos, pero no me acompañes’.
Yo sospechaba que me ocultaba algo, pero no quería perderla porque era un huracán en la intimidad, como el ‘Katrina’. Una noche llamaron de la recepción del hotel. Ella contestó y se puso como loca: ‘Chato, mi marido está abajo. Al fondo está la salida de emergencia, escápate por la ventana, porque si te ve, te mata’. El esposo de Marissa había resultado ser un tremendo bandido y purgó cárcel. Había salido de cana y Marissa no me había contado nada.
Decidí alejarme, pero ella me buscaba insistentemente: ‘Chato, mi marido se fue de viaje, parece que fue a hacer un ‘trabajito’ a provincias. Búscame en el casino’. Luego empezó a pedirme plata prestada, algo que nunca había hecho. Después andaba corriéndose de las amistades, a todas les había pedido dinero con el cuento de que su hijito estaba grave. Pero era mentira. Se había vuelto adicta al casino, ¡era una ludópata!
En varios casinos le habían prohibido el ingreso y en algunos hasta estaba su fotografía. La gota que derramó el vaso fue cuando me llamaron de la comisaría de Lince: ‘Señor Matta, aquí está una señora que dice ser su esposa, se encuentra detenida por querer robarle el carro a un taxista’.
Se había integrado a una banda de colombianos que estafaba con billetes falsos de cien soles y con el vuelto se iba a los casinos. Estaba por mal camino. Ahora me escribe al Facebook: ‘Chato, estoy arrepentida por lo que te hice. Soy una mujer diferente; además, ya terminé con mi marido para siempre’.
Imagínate, María... Lo pensé bien. Marissa está tirada para el mal, es carne de cañón, ya fue”. Pucha, ese Chato se pasa. Se mete con cada loquita. Eso le pasa por dejar a una esposa de su casa para andar con el cochino de su amigo Pancholón. Me voy, cuídense.una mujer peligrosa