Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por unos frijoles con su pollo adobadito encima, acompañado de arroz blanco y, para tomar, una jarrita de emoliente con cebada. “María, faltan unos meses para el Día de la Madre, pero creo que esa fecha debe celebrarse todo el año. Las mamitas son lo más importante en la vida de los hijos, sobre todo cuando estos son pequeños, pues les dan su amor sin reservas, los protegen las 24 horas del día y están dispuestas hasta a dar la vida por ellos.
Por eso mi homenaje a mi viejita, que tanto nos quiere y cuida a sus hijos, sin importarle que somos adultos. Para ella siempre seremos sus ‘hijitos’. No se puede dejar de mencionar a las mamitas humildes, de bajos recursos, que crían solas a sus hijos. Ellas merecen un reconocimiento aparte por todos sus sacrificios.
Vendedoras ambulantes de dulces, de gelatinas, de comida, empleadas del hogar, de grifos, de lavanderías, jaladoras, barrenderas, trabajadoras de limpieza, del serenazgo, costureras, conductoras de taxis y buses, en fin, son tantos oficios modestos y decentes a los que se dedican con empeño y más de doce horas al día por unos cuantos soles. Si me hablan de valientes, yo elijo a las mamitas que crían solas a sus hijos, muchas veces sin ninguna ayuda del padre.
Hay que ser bien bravo para verle la cara a la pobreza todos los días y seguir para adelante, sin desmayo, sin pensar en renunciar, porque saben que solo de ellas depende que sus hijos esa noche se vayan a la cama con algo en la barriguita. Esas mujeres vulnerables son invisibles para el Estado, que no asume su rol de protección y las deja solas en la tarea de criar a sus pequeños, sin acceso a servicios de salud decentes, sin vivienda ni seguridad.
Muchas veces son víctimas de acoso sexual, de explotación laboral y hasta de la violencia de quien fue su pareja. Nadie las defiende y por eso digo que son invisibles para un Estado dirigido por corruptos cuya meta es hacerse ricos de la manera más rápida, ignorando su responsabilidad con la sociedad.
Los padres debemos asumir más que nunca nuestro rol de formadores, dedicando tiempo a nuestros hijos, dándoles amor, aconsejándolos con respeto, sin violencia, escuchándolos, brindándoles la mejor educación posible y reforzando su autoestima así como su pensamiento crítico para que puedan tomar las mejores decisiones para su vida. Desde el hogar y con un Estado más involucrado en ir solucionando los problemas sociales se podrá, por ejemplo, reducir los embarazos infantiles, que en nuestro país casi siempre condenan a la madre e hijo a la pobreza permanente”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.