Mi amigo, el Chato Matta, llegó por su causa rellena con pulpa de cangrejo, su chita al ajo y una jarrita de refresco de maracuyá para la sed. “María, empezaron los carnavales, una celebración que nació en la Roma antigua y que quizá tuvo su antecedente en Egipto. Por esas épocas era una jubilosa procesión de máscaras que culminaba con la botadura al mar de un barco adornado con flores en homenaje a Isis, diosa de la fertilidad.
La fiesta se expandió por todo el mundo y en el Perú obtuvo diversos matices regionalistas en la costa, sierra y selva, pero que tienen en común el juego y la alegría. Hubo unos años, en el siglo XIX, en que los carnavales alcanzaron tal grado de lujuria y desenfreno en la costa peruana, que dejaban muertos y heridos, por lo que las autoridades tuvieron que prohibirlos.
Por ello se propuso un carnaval con fiestas y paseos públicos, siguiendo los modelos de Argentina e Italia. En 1920, durante el gobierno de Augusto B. Leguía, se optó por la celebración con pasacalles de carros alegóricos en donde la élite limeña lucía elegantemente vestida. En las fiestas no faltaban el talco, la serpentina y la pica pica. Pero desde los años 70 se impusieron los baldazos de agua, globos lanzados por los aires, el betún y hasta la pintura de pared.
En los pueblos de la sierra, en cambio, se incorporaron costumbres locales relacionadas con la agricultura debido, principalmente, a que los carnavales coinciden con la época de lluvias. Entonces se empezó a hacer el pago a la Pachamama, rendir culto a los apus y escenificar una sátira, con máscaras y látigos, a las autoridades y los grupos de poder.
Hoy son famosos los carnavales de Cajamarca, con sus multicolores disfraces, máscaras y ‘El Cilulo’, ‘La Matarina’ y ‘La Carolina’, canciones que interpretaba el recordado Indio Mayta. También los de Ayacucho, con sus danzas, cortamonte y juegos de agua y talco.
Los de Huancayo que, además del Santiago y el Huaylash, se caracterizan por los ríos de cerveza que consumen durante los días de fiesta. En los pueblos de la selva se celebra al ritmo de las pandillas, ‘La Anaconda’, y se echan barro y achiote.
Varias de estas fiestas también se celebran en Lima, en locales de clubes departamentales, plazas y barrios, pues la población, en su gran mayoría, es de provincias y no abandona sus costumbres”. Tiene razón mi amigo. Me voy contenta, cuídense.