Mi gran amigo, el Chato Matta, llegó al restaurante con look 2020. Parece que ha pasado por el cirujano porque ha rejuvenecido. Pidió un lomito saltado con carne adobada con sillau y vinagre, sus papas crocantes y su arroz blanco graneadito. “María, te cuento que pensaba recibir el Año Nuevo en casa con mi viejita y mi hermana que había llegado de Argentina, pero el mismo 31 en la mañana me escribieron al ‘Face’.
Era Marjorie, la reina del Malecón Checa. Estudiaba en San Marcos. Con carita de ángel y cuerpazo espectacular. Pero lo mejor era su cerebro. Marjorie paraba con los poetas de la universidad, tocaba guitarra, cantaba y escribía poesía. Se aburría en las discotecas. Ni bien me la presentaron hubo ‘química’.
La chibola bailaba bien la salsa y también le gustaba el rock en español. Una noche salimos de la disco y la iba a llevar a su casa, pero me ordenó: ‘Chato, para en ese parque, en el lado más oscurito’. Nos besamos con pasión y comenzamos una relación intensa. Yo la iba a buscar a la universidad y nos íbamos con sus amigos y amigas a tomar a unas ‘cámaras de gas’ en el Centro de Lima. Los primeros meses fueron espectaculares, pero luego andaba con un genio de los mil diablos y armaba tremendas peleas a mujeres y hombres.
Era una enferma de los celos. Una bomba de tiempo. Cuando estaba sin tragos era mil puntos, pero una vez que tomaba licor, el diablo en persona: ‘Chatito, tengo problemas, perdóname, no me abandones, tú eres mi ancla’. Me cerré y me fui dos meses a Trujillo, donde mi pata ‘Javicho’ Rosado, que me alojó en su depa en Huanchaco y allí pude olvidar a la terrible Marjorie.
Pasaron años sin saber nada de ella y me escribió el 31: ‘Chato, ya estoy curada, nos vamos con mis amigas a Puerto Viejo, tenemos una Cúster, viajas gratis’. La verdad es que dudaba enpezar el Año Nuevo tan lejos, con una chica a la que dejé porque tenía una ‘pelea de gatos’ en la cabeza. Pero estaba mejor que antes y del saque me dio un beso en la boca, marcando su territorio con sus amigas.
Cuando faltaban dos minutos para las doce me besó hasta que llegó el nuevo año y todo se llenó de humo por los juegos pirotécnicos. ‘Nos hemos dado un beso que duró un año, así que no podemos volver a pelear’, me dijo. Pero eso lo dijo de la noche para afuera.
Para mi mala suerte, en el local, una de sus amigas se me abalanzó para saludarme y de reojo pude ver la mirada asesina de Marjorie que ya había empezado a tomar chilcanos. Lo peor es que derribaron los parlantes, llovieron botellas y llegó la policía”. Pucha, ese Chato Matta se pasa, se mete con unas chicas más locas que Gloria Trevi en sus peores tiempos. Me voy, cuídense.