Este Búho se quedó corto en el recuento de más de una década de terror que tuvimos que sufrir todos los peruanos por culpa de . Voy a relatar un episodio que no he escrito nunca en varios lustros unido a un oficio irreemplazable, justo ahora que se viene el ‘Día del periodista’.

Recuerdo cuando era ‘cachimbo’ sanmarquino y estuve presente aquella tristemente célebre tarde en el comedor universitario de Cangallo, a finales del año 1979, cuando Sendero Luminoso hizo una gran revelación. Fue en esa polémica sobre ‘tercio’ y ‘cogobierno’, cuando una mancha de senderistas llegó de distintas universidades y exigió, a gritos, que se debatiera la situación nacional. Allí anunciaron que ‘de acuerdo a su noveno pleno del comité central’, iban a iniciar la ¡¡lucha armada!! Lo increíble del caso es que el senderista que subió al frente era ¡¡hijo de una amiga de mi madre del barrio!!

Uno lo miraba en la calle y no mataba ni una mosca. Ante semejante anuncio, todos nos reímos. Pero ahora ya sabemos que cumplieron su palabra y dejaron miles de muertos en una guerra absurda contra un Estado democrático. Pero lo que nunca conté es la primera vez que supe de Sendero Luminoso, fue cuando llegó Abimael Guzmán a la ciudad universitaria a debatir en el aula 1A de Letras con Saturnino Paredes, quien era constituyente por el Focep y líder del Partido Comunista Peruano ‘Bandera roja’, de tendencia ¡¡albanesa!!, quienes tenían una importante presencia en San Marcos.

En esos tiempos tan oscurantistas, para que se den una idea, en la decana ese debate era equiparable y de tal trascendencia, como el de Hillary Clinton y Donald Trump, por la expectativa, el aula estaba abarrotada y se sacaron parlantes para que, los de afuera, escuchen en el bosque de Letras, los insultos, perdón, el debate. Este periodista tenía 16 años y nunca había asistido de noche a la ciudad universitaria. Vi otro mundo. Eran polémicas entre el marxismo de Mao y el de Enver Hoxha, líder albanés. Allí observé que los integrantes de Sendero Luminoso eran fanáticos al extremo.

Al constituyente ‘Satuco’ Paredes lo expulsaron tirándole de todo, al tiempo que le gritaban ¡¡cabeza de ánfora!! Sendero Luminoso odiaba las elecciones democráticas. Ojalá los jóvenes que por desconocimiento simpaticen con movimientos prosendero, sigan con atención lo que escribo. Abimael se retiró como un rey entre sus partidarios ultraviolentos. Pero siempre fui lector, había chequeado en la revista ‘Marka’ algo del tal Abimael. Una entrevista al que fuera entrañable alcalde de Lima, Alfonso Barrantes, donde se refería a Abimael Guzmán, el ‘Camarada Gonzalo’. ‘Sí, lo conocí, fue en la redada contra la izquierda por el Paro Nacional de 1977. Como éramos dos viejos, nos colocaron en un calabozo, con una sola cama, para que nos peleáramos por ella.

Sabía que él me despreciaba y era más fuerte’. El periodista, mosca, le preguntó: ‘¿Y quién se quedó con la cama?’. Y el astuto cajamarquino respondió: ‘Dormimos de espalda a espalda, como duermen los hombres’. Pero ambos siguieron rumbos totalmente distintos. Barrantes logró unir a la izquierda y la hizo llegar al municipio de Lima en elecciones democráticas. Abimael concentró su odio al país y ocasionó un genocidio.

Ya joven, como periodista, junto a otros colegas, incluso más chibolos que yo, nos tocó cubrir una década de horror. Creo que no se necesita ser historiador para saber cuándo estuviste en un hecho trascendental. Con Tadeo, mi inseparable compañero de Policiales, llegamos a inicios de los años 90 a una residencia en Monterrico. Tadeo, cancherazo con sus fuentes en policiales, me codeó, ‘el mayor me hizo una confidencia. Abimael Guzmán durmió aquí la noche anterior, la cama está aún caliente’. Un maldito soplo los alertó, pero se fueron solo con sus chivas. Ese allanamiento, en 1990, sirvió para capturar, en 1992, al ‘Camarada Gonzalo’.

Los policías no lo podían creer. Un alto mando nos dijo: “Nunca pensé que el comité central fuera un grupo de borrachos. Cada vez que terminaban un comité se metían tal juerga con fino whisky y terminaban bailando la canción de la película ‘Zorba, el griego’’’. En esa época del terror también sufrimos los periodistas. Los policías estaban entrenados para lidiar con muertos todos los días. En la currícula de los periodistas no había un curso de medicina forense.

La aprendimos viendo muertos todos los días. Con mis colegas del periódico, que hoy yace en el ‘cementerio de papel’, aquel 1990, nos poníamos a conversar frente a varias botellas de chelas, para bajar la impresión que nos abrumaba, después de cubrir tantos asesinatos y atentados terroristas. Éramos jovencitos, salíamos de nuestros hogares, dando un beso a papá y mamá y terminábamos viendo cadáveres despedazados, niños sin una pierna, ambulantes y anticucheras destrozados por un coche bomba. Eso jamás se debe olvidar. Apago el televisor.

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