Este Búho, desde antes de ejercer el entrañable oficio de periodista, siempre se apasionó viendo películas que retrataban el trabajo de los hombres de prensa. Recuerden, hasta nuestros más queridos superhéroes trabajaban en medios de comunicación, como ‘El hombre araña’, quien en su papel mundano era Peter Parker, reportero gráfico del diario ‘Daily Bugle’, cuyo propietario era el cascarrabias J.J. Jason. ‘Superman’ se ganaba los frejoles como reportero del diario ‘El Planeta’ como Clark Kent. En el celuloide, nos impactaron cintas como ‘Todos los hombres del presidente’, que inmortalizó la extraordinaria investigación de dos reporteros del ‘Washington Post’, sobre interceptaciones telefónicas ilegales, ejecutadas con la anuencia del mismísimo presidente Richard Nixon, que terminó con su renuncia en el tristemente célebre caso ‘Watergate’.

‘En primera plana’ (la película de Thomas McCarthy) va en esa línea. El título original es ‘Spotlight’ (Reflector) y cuenta el trabajo de la Unidad de Investigación del periódico ‘The Boston Globe’. Fueron ellos, los que después de un año de investigación publicaron un impresionante destape de abusos sexuales que sacerdotes de la ciudad cometieron a lo largo de varias décadas, delitos que fueron denunciados por muchas víctimas, pero silenciados por la más alta autoridad eclesiástica, en la persona del mismísimo cardenal y que contó con la complicidad de autoridades políticas, policiales y la alta sociedad bostoniana. Como una paradoja, hasta la propia redacción del diario ignoró o no dio importancia a los ecos que sonaban remotos sobre actos de pedofilia de monstruos con sotana, que hacían de las suyas, amparados en que más del cincuenta por ciento de la población de la ciudad era católica practicante y el poder de su iglesia, vía colegios y universidades, había formado a la poderosa élite de una de las localidades más cultas de los Estados Unidos.

Por eso esta investigación, del año 2001, no solo removió los cimientos de la Iglesia en USA, sino en el mundo. Pues de allí se abrió la tapa de una olla putrefacta, que descubrió que en Boston y en muchas otras ciudades del mundo, sacerdotes pedófilos actuaron con total impunidad. Me parece innecesario mencionar el monstruoso papel del ‘Sodalicio’ en el país, en la desgarradora investigación de Pedro Salinas y Paola Ugaz. Pero lo llamativo del filme es que McCarthy deja de lado la sordidez del caso, lo morboso que podía resultar colocar al espectador en una sala donde el pedófilo desnuda sus bajos instintos con su víctima. La película, y allí su riqueza, nos presenta cómo un grupo de periodistas, que son seres humanos al fin y al cabo e hijos de su ciudad y sus costumbres, pueden abocarse a investigar algo que ni ellos mismos se atrevieron a creer en su momento y recién pueden demostrar que ni sus vínculos familiares, ni su catolicismo practicante, como en el caso de la tenaz reportera Sacha Pfeiffer (la siempre guapísima Rachel McAdams), pueden impedir que lleguen al fondo del asunto gracias a la presencia de un nuevo editor, Marty Baron (Liev Schereiber).

Este está decidido a levantar las ventas de los diarios y cree ver una ‘pepa’ en una columna de opinión de una periodista, que se atreve a consignar el rumor que curas católicos abusaron de niños y que hay un abogado que está dispuesto a denunciarlos públicamente. El nuevo jefe, que le lanza la pelota al editor principal de ‘Spotlight’, Walter V. Robinson (preciso Michael Keaton) y este lanza a sus ‘tigres’ de la unidad de investigación, Sacha (McAdams) y Mike Rezendes (grande Mark Ruffalo) a hurgar en una historia tenebrosa. Los dilemas de una Sacha, cuya madre va diariamente a la iglesia a confesarse, frente a los testimonios de víctimas, casi todos de hogares disfuncionales, pobres, que fueron triturados por la maquinaria eclesiástica, encabezada por el cardenal Bernard Law, quien ante las evidencias, solo ‘fue castigado’ por el Papa Juan Pablo II con un traslado a una basílica en Roma, con un gran cargo y nunca, hasta ahora, pagó su complicidad en estos crímenes. El filme es revelador, no por nada candidatea a seis premios Oscar, incluidos Mejor película, Mejor director, Mejor actor de reparto (Mark Ruffalo) y Mejor actriz de reparto (Rachel McAdams), entre otros galardones. Verla es ponerse en el pellejo de un puñado de valientes periodistas sin vendas en los ojos y otras imprescindibles parafernalias cuando la película sale del corazón. Apago el televisor.

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Este Búho, desde antes de ejercer el entrañable oficio de periodista, siempre se apasionó viendo películas que retrataban el trabajo de los hombres de prensa. Recuerden, hasta nuestros más queridos superhéroes trabajaban en medios de comunicación, como ‘El hombre araña’, quien en su papel mundano era Peter Parker, reportero gráfico del diario ‘Daily Bugle’, cuyo propietario era el cascarrabias J.J. Jason. ‘Superman’ se ganaba los frejoles como reportero del diario ‘El Planeta’ como Clark Kent. En el celuloide, nos impactaron cintas como ‘Todos los hombres del presidente’, que inmortalizó la extraordinaria investigación de dos reporteros del ‘Washington Post’, sobre interceptaciones telefónicas ilegales, ejecutadas con la anuencia del mismísimo presidente Richard Nixon, que terminó con su renuncia en el tristemente célebre caso ‘Watergate’.

‘En primera plana’ (la película de Thomas McCarthy) va en esa línea. El título original es ‘Spotlight’ (Reflector) y cuenta el trabajo de la Unidad de Investigación del periódico ‘The Boston Globe’. Fueron ellos, los que después de un año de investigación publicaron un impresionante destape de abusos sexuales que sacerdotes de la ciudad cometieron a lo largo de varias décadas, delitos que fueron denunciados por muchas víctimas, pero silenciados por la más alta autoridad eclesiástica, en la persona del mismísimo cardenal y que contó con la complicidad de autoridades políticas, policiales y la alta sociedad bostoniana. Como una paradoja, hasta la propia redacción del diario ignoró o no dio importancia a los ecos que sonaban remotos sobre actos de pedofilia de monstruos con sotana, que hacían de las suyas, amparados en que más del cincuenta por ciento de la población de la ciudad era católica practicante y el poder de su iglesia, vía colegios y universidades, había formado a la poderosa élite de una de las localidades más cultas de los Estados Unidos.

Por eso esta investigación, del año 2001, no solo removió los cimientos de la Iglesia en USA, sino en el mundo. Pues de allí se abrió la tapa de una olla putrefacta, que descubrió que en Boston y en muchas otras ciudades del mundo, sacerdotes pedófilos actuaron con total impunidad. Me parece innecesario mencionar el monstruoso papel del ‘Sodalicio’ en el país, en la desgarradora investigación de Pedro Salinas y Paola Ugaz. Pero lo llamativo del filme es que McCarthy deja de lado la sordidez del caso, lo morboso que podía resultar colocar al espectador en una sala donde el pedófilo desnuda sus bajos instintos con su víctima. La película, y allí su riqueza, nos presenta cómo un grupo de periodistas, que son seres humanos al fin y al cabo e hijos de su ciudad y sus costumbres, pueden abocarse a investigar algo que ni ellos mismos se atrevieron a creer en su momento y recién pueden demostrar que ni sus vínculos familiares, ni su catolicismo practicante, como en el caso de la tenaz reportera Sacha Pfeiffer (la siempre guapísima Rachel McAdams), pueden impedir que lleguen al fondo del asunto gracias a la presencia de un nuevo editor, Marty Baron (Liev Schereiber).

Este está decidido a levantar las ventas de los diarios y cree ver una ‘pepa’ en una columna de opinión de una periodista, que se atreve a consignar el rumor que curas católicos abusaron de niños y que hay un abogado que está dispuesto a denunciarlos públicamente. El nuevo jefe, que le lanza la pelota al editor principal de ‘Spotlight’, Walter V. Robinson (preciso Michael Keaton) y este lanza a sus ‘tigres’ de la unidad de investigación, Sacha (McAdams) y Mike Rezendes (grande Mark Ruffalo) a hurgar en una historia tenebrosa. Los dilemas de una Sacha, cuya madre va diariamente a la iglesia a confesarse, frente a los testimonios de víctimas, casi todos de hogares disfuncionales, pobres, que fueron triturados por la maquinaria eclesiástica, encabezada por el cardenal Bernard Law, quien ante las evidencias, solo ‘fue castigado’ por el Papa Juan Pablo II con un traslado a una basílica en Roma, con un gran cargo y nunca, hasta ahora, pagó su complicidad en estos crímenes. El filme es revelador, no por nada candidatea a seis premios Oscar, incluidos Mejor película, Mejor director, Mejor actor de reparto (Mark Ruffalo) y Mejor actriz de reparto (Rachel McAdams), entre otros galardones. Verla es ponerse en el pellejo de un puñado de valientes periodistas sin vendas en los ojos y otras imprescindibles parafernalias cuando la película sale del corazón. Apago el televisor.

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