Este Búho tiene un sentimiento especial por nuestra gran capital, ahora que ya pasó los 10 millones de habitantes, con venezolanos incluidos. Todo cambia y mucho más esta ciudad enorme de la que renegamos tanto por la delincuencia, el infernal tráfico y la basura en las calles, pero muy poco hacemos por ella.
Y los 485 años de su fundación española nos agarran en pleno verano. Al menos tenemos algo muy bueno, el mar cerca. Para mí es algo invalorable. No resistiría vivir en un lugar sin el mar. Por eso las culturas preincas, como Maranga y Lima, se establecieron en los hermosos valles del Rímac, Chillón y Lurín, casi lo que hoy es la Lima Metropolitana desde Puente Piedra a Lurín. De aquella época datan las impresionantes ruinas de Pachacámac y Puruchuco.
En el río Rímac, cristalino, había camarones y peces, aparte del riquísimo mar que alimentaba a los pobladores que habitaban en los complejos que se mantienen incólumes hasta hoy, como las huacas del ‘Parque de las Leyendas’. Los valles proveían de productos de panllevar y esos pueblos vivían felices y en armonía. Pero la Lima preinca también sufrió la invasión de la sierra, que siglos después viviría la Lima republicana, desde 1950. Fue la invasión de los guerreros wari.
Posteriormente, en el siglo XV, cien años antes de la invasión española, los incas tomaron posesión de estos ricos territorios. Como era su costumbre, construyeron sus propios centros ceremoniales, como los de la huaca Pucllana, en Miraflores.
Con la llegada de los europeos, Lima no decayó. Al contrario, fue el principal centro del poder político de América del Sur. Por ello sufrió los bombardeos de los corsarios y también las inclemencias de los desastres naturales. Pero siempre supo reconstruirse. Su Plaza de Armas fue testigo de los asesinatos de sus gobernantes, como Francisco Pizarro, o de golpistas, como los hermanos Gutiérrez.
Lima es una vieja señora que no se inmutó ante linchamientos ni cadáveres colgados en las torres de la Catedral, como festín de gallinazos y advertencia a los insurrectos. Hoy 18 de enero cumple un aniversario más. Hay varias Limas de esta ciudad provinciana. Para los abuelos, que recuerdan el tranvía, los baños de Miraflores y Barranco. Los tíos, La Herradura de los sesenta, la de las novelas de Mario Vargas Llosa, Miraflores, el Waikiki, el Jirón de la Unión. Los jóvenes de ahora el Metropolitano, el Tren Eléctrico, las cabinas de internet, los centros comerciales. Y como siempre, su mar.
Hoy, el litoral se parte en Ancón, Conchitas, Santa Rosa, para los del Cono Norte. Waikiki, Punta Roquitas, Delfines, para los miraflorinos y surfistas. Y Sombrillas, Agua Dulce y Pescadores para el populórum, la gran mayoría con su rico arroz con pollo, papa a la huancaína, tallarines rojos, pachamanca a la olla y los exóticos juanes. Así somos. A esta ciudad solo hay que quererla y trabajar por ella, sin intenciones turbias ni subalternas. Recuerden que vamos camino al Bicentenario. Apago el televisor.