Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un sudadito de pescado con limón, rocotito en rodajas, acompañado de arroz blanco y yucas sancochadas. “María, en esta Semana Santa el mundo católico recuerda la vida, pasión y muerte de Jesús. Se trata de una de las fechas más importantes de calendario religioso, al igual que la Navidad, que conmemora el nacimiento del Hijo de Dios. Es en estos días cuando muchos católicos, que habitualmente están alejados de la iglesia, se acercan a ella. El carismático papa Francisco, argentino de nacimiento e hincha del club San Lorenzo de Almagro, ha logrado que numerosos católicos vuelvan a ejercer su fe. Se trata de una persona con quien la gente se identifica con facilidad. Y por sus gestos de humildad parece estar más cerca que otros pontífices de lo que significa la Iglesia Católica. ‘Recen por mí’, ruega a los fieles. Se muestra siempre alegre, con una sonrisa y afecto a los chistes. Ni bien asumió como Papa y mandatario de la Ciudad del Vaticano, rechazó el oropel y viajó en micro con los demás cardenales. En la calle rompe el protocolo para acariciar a los enfermos y niños que encuentra a su paso y rezar con ellos. No tiene problemas en ponerse una nariz roja de clown para hacer reír a los pequeños y le agrada tomarse selfies con los fieles que se lo piden.

Pero aparte de estos gestos, que para muchos pueden ser intrascendentes, están algunas decisiones que demuestran su deseo de hacer un cambio en la Iglesia. Para comenzar, aprobó severas leyes internas de transparencia para el Banco Vaticano, ese monstruo en el que durante mucho tiempo se han movido fortunas de manera oscura. También ha negociado con el Gobierno italiano el fin del Vaticano como paraíso fiscal. Pero lo más importante es su enfrentamiento a los sacerdotes pederastas que, durante décadas, han abusado de niños inocentes con la complicidad de obispos que los han protegido. Francisco aprobó, precisamente, la creación de un tribunal que juzgará a esas altas autoridades religiosas acusadas de encubrir a curas violadores de menores. Los críticos señalan que puede hacer más y es cierto. Siempre se puede hacer más. Pero sus acciones, como su permanente condena pública hacia los religiosos pederastas, es ya un claro viraje de rumbo que significa que estos gravísimos delitos ya no pueden seguir siendo ocultados, ni sus autores protegidos. Marca el fin de un antiguo tabú en la iglesia. Invita a denunciar de manera pública y abierta a esos ‘monstruos’. El abuso de niños debe ser denunciado ante el Poder Judicial de cada país para que las bestias que lo cometen, tengan sotana o no, sean juzgadas y se pudran tras las rejas. Muchos católicos sienten que Francisco le ha dado un aire renovador a la Iglesia. Ojalá vengan más cambios”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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