El Chato Matta llegó al restaurante por su chita enterita al vapor con verduras chinas, arroz blanco graneadito y una gaseosita helada de sabor nacional. “María, vengo de encontrarme con el gran Pancholón. ‘Chatito me dijo, tú sabes que soy fanático del grupo ‘Niche’, sobre todo desde que me hice uña y mugre con uno de los cantantes más emblemáticos de la agrupación que fundara el gran Jairo Varela, el boricua Tito Gómez. El salsero me conoció cuando yo narraba esos memorables partidos en Medellín por la Copa Libertadores. Tito era terrible y tanta fue nuestra amistad que me invitó a Colombia, ya que iban a tocar en el mejor local de Cali por su aniversario. Me mandó los pasajes aéreos y me reservó una suite en el mejor hotel de la ciudad. ‘Panchito, estás en la ciudad del amor. Cali no solo es pachanguero, las caleñas te van a devorar. Solo te pido un favor, hay cinco mujeres por hombre en esta ciudad, no necesitas mirar a una que tiene dueño. Controla tus instintos. El Cártel de Cali es tan bravo como el de Medellín y sus integrantes son fanáticos de ‘Niche’. Solistas de otras orquestas se han ido al piso, han aparecido acribillados en despeñaderos porque cantaron mirando con ojos mañosos a las mujeres de los ‘bravos’.
Pucha, todas parecían Miss Colombia, pero yo le eché el ojo a una igualita a Angie Cepeda. Ella estaba sentada con una tía que parecía su mamá. Yo le lancé mi miradita matadora, le saqué la lengüita y en una le mandé una botella de whisky. Ella me aceptó y mandó un recado con el mozo. ‘La señorita quiere tomar el trago con usted y está muy agradecida’. Ni bien me senté, me puse a hablarle al oído y le mordí la orejita. En eso el mozo me dijo al oído: ‘Peruanito, el señor Tito Gómez quiere que lo mire’. Tito estaba que me miraba con ojos fulminantes y me señalaba con gestos a un zambo altazo, de cara temible, que tocaba la trompeta. Luego cantó uno de sus temas clásicos, ‘Déjala’: ‘Este amor que me tiene loco/Me está atormentando y no sé qué hacer/Dime tú, tú mi gran amigo/alzando esta copa/lo que debo hacer/Tú sabes bien/cuánto la quise/Y sabes bien que la adoré/Y ahora resulta que solo fui un juguete/No me resigno, pues solo sé perder…’. Pero no entendí hasta que el trompetista, cuando estaba bailando aparradito con ‘mi Angie’, bajó del estrado y se vino directo a nosotros. Me pareció que en su mano tenía un revólver. Felizmente, la seguridad lo detuvo. ‘Mi Angie’ era la esposa del trompetista, por eso mi hermano Tito Gómez me estaba advirtiendo del peligro. Chato, no puedo con mi genio. Las cosas de la vida, ‘Niche’ volverá a tocar en el Perú y ya no está mi hermano Tito, que estará cantándole a Papa Lindo en el cielo. Bien dicen que ‘los partidores se van al suelo’. Chato, esos colombianos cuando les da la berraquera son de temer”. Pucha, a ese señor Pancholón un día le van a hacer un daño por sinvergüenza. No respeta ni a las mujeres casadas. Me voy, cuídense.
El Chato Matta llegó al restaurante por su chita enterita al vapor con verduras chinas, arroz blanco graneadito y una gaseosita helada de sabor nacional. “María, vengo de encontrarme con el gran Pancholón. ‘Chatito me dijo, tú sabes que soy fanático del grupo ‘Niche’, sobre todo desde que me hice uña y mugre con uno de los cantantes más emblemáticos de la agrupación que fundara el gran Jairo Varela, el boricua Tito Gómez. El salsero me conoció cuando yo narraba esos memorables partidos en Medellín por la Copa Libertadores. Tito era terrible y tanta fue nuestra amistad que me invitó a Colombia, ya que iban a tocar en el mejor local de Cali por su aniversario. Me mandó los pasajes aéreos y me reservó una suite en el mejor hotel de la ciudad. ‘Panchito, estás en la ciudad del amor. Cali no solo es pachanguero, las caleñas te van a devorar. Solo te pido un favor, hay cinco mujeres por hombre en esta ciudad, no necesitas mirar a una que tiene dueño. Controla tus instintos. El Cártel de Cali es tan bravo como el de Medellín y sus integrantes son fanáticos de ‘Niche’. Solistas de otras orquestas se han ido al piso, han aparecido acribillados en despeñaderos porque cantaron mirando con ojos mañosos a las mujeres de los ‘bravos’.
Pucha, todas parecían Miss Colombia, pero yo le eché el ojo a una igualita a Angie Cepeda. Ella estaba sentada con una tía que parecía su mamá. Yo le lancé mi miradita matadora, le saqué la lengüita y en una le mandé una botella de whisky. Ella me aceptó y mandó un recado con el mozo. ‘La señorita quiere tomar el trago con usted y está muy agradecida’. Ni bien me senté, me puse a hablarle al oído y le mordí la orejita. En eso el mozo me dijo al oído: ‘Peruanito, el señor Tito Gómez quiere que lo mire’. Tito estaba que me miraba con ojos fulminantes y me señalaba con gestos a un zambo altazo, de cara temible, que tocaba la trompeta. Luego cantó uno de sus temas clásicos, ‘Déjala’: ‘Este amor que me tiene loco/Me está atormentando y no sé qué hacer/Dime tú, tú mi gran amigo/alzando esta copa/lo que debo hacer/Tú sabes bien/cuánto la quise/Y sabes bien que la adoré/Y ahora resulta que solo fui un juguete/No me resigno, pues solo sé perder…’. Pero no entendí hasta que el trompetista, cuando estaba bailando aparradito con ‘mi Angie’, bajó del estrado y se vino directo a nosotros. Me pareció que en su mano tenía un revólver. Felizmente, la seguridad lo detuvo. ‘Mi Angie’ era la esposa del trompetista, por eso mi hermano Tito Gómez me estaba advirtiendo del peligro. Chato, no puedo con mi genio. Las cosas de la vida, ‘Niche’ volverá a tocar en el Perú y ya no está mi hermano Tito, que estará cantándole a Papa Lindo en el cielo. Bien dicen que ‘los partidores se van al suelo’. Chato, esos colombianos cuando les da la berraquera son de temer”. Pucha, a ese señor Pancholón un día le van a hacer un daño por sinvergüenza. No respeta ni a las mujeres casadas. Me voy, cuídense.