Este Búho siguió con atención la entrega de los premios . El ‘boicot’ declarado por un sector de artistas de color encabezados por el actor Will Smith y el director Spike Lee, quienes protestaron porque no había ¡ningún afroamericano entre los nominados!, no logró empañar la ceremonia.

Porque no solo la animó un humorista negro, Chris Rock, que desde el saque se mandó un discurso a favor de los ausentes y contra la discriminación a los afroamericanos. La presencia de legendarios artistas negros como Whoopi Goldberg, Morgan Freeman y hasta de un joven actor que debió ser nominado, Michael B. Jordan, en su papel del hijo de Apollo Creed, en ‘Creed’, demostraba que el objetivo de ambos grupos es el mismo y solo discrepaban en la forma de luchar contra la discriminación: unos adentro y otros afuera. Por otro lado, al parecer todos se quedaron conformes, sintiendo como nunca que la Academia había actuado, esta vez, de manera justa.

Todos, salvo Sylvester Stallone, quien después de tantos años llegó a ser nominado por méritos propios a una actuación sorprendentemente superior a su nivel, lo que hizo pensar que se podía llevar la estatuilla. Pero por más cariño que le tenían al viejo ‘Rocky Balboa’, que hasta agonizaba de cáncer en el filme, se reconoció la asombrosa actuación de Mark Rylance, como el imperturbable espía ruso capturado en Norteamérica, en la época de la ‘Guerra fría’, en el filme de Steven Spielberg, ‘Puente de los espías’. La espectacular cinta post-apocalíptica ‘Mad Max: Furia en la carretera’, sorprendió al llevarse seis estatuillas de diez nominaciones. Fueron premios llamados ‘técnicos’, como mejor montaje, mejor diseño de producción o mejor diseño de vestuario. No ganó los ‘más importantes’, como mejor película y director, en las que también compitió. Pero no importa, su director, el veterano George Miller, puede sentirse satisfecho pues las tres anteriores ‘Mad Max’ (la primera en 1979), que él dirigió y fueron protagonizadas por Mel Gibson, son consideradas por muchos como películas de culto. Las seis estatuillas de la noche del domingo son solo la cereza del pastel.

Como sostuvo este columnista, el Oscar al mejor actor lo merecía Leonardo DiCaprio, por ‘El renacido’. Él logró colocarnos en la curtida piel del mítico Hugh Glass, un explorador y trampero que existió en la vida real, y que forjó su leyenda en los primeros treinta años del siglo XIX, en las montañas salvajes del Oeste de Estados Unidos, cuando esos territorios eran dominados por bandas despiadadas de cuatreros e indios en guerra. Su discurso, al recibir el Oscar, fue conmovedor. Fustigó a las grandes corporaciones que contaminan el planeta. Leo ‘renació’ con una estatuilla harto merecida.

La mejor película fue ‘Spotlight’ (En primera plana) de Thomas McCarthy. Cuenta el trabajo de la Unidad de Investigación del periódico ‘The Boston Globe’, sobre un tema tabú: después de un año de investigación publicaron un impresionante destape de abusos sexuales que sacerdotes de la ciudad cometieron a lo largo de varias décadas contra niños. Esos delitos habían sido denunciados por muchas víctimas, pero fueron silenciados por la más alta autoridad eclesiástica, en la persona del mismísimo cardenal, y que contó con la complicidad de autoridades políticas, policiales y la alta sociedad bostoniana.

Por eso esta investigación, del año 2001, no solo removió los cimientos de la Iglesia en USA, sino en el mundo. De allí se abrió la tapa de una olla putrefacta, que descubrió que en Boston y en muchas otras ciudades del mundo, sacerdotes pederastas actuaron con total impunidad. El mundo repudia la pederastía en todos los ambientes, pero asquea todavía más el abuso de menores en instituciones como la Iglesia. Al recibir el Oscar, el director exclamó: ‘Papa Francisco, es hora de proteger a los niños y fortalecer nuestra fe’. Fue un mensaje directo, porque todavía varios acusados de pederastía, como Figari, del Sodalicio peruano, están viviendo con total impunidad en oficinas del Vaticano con aire acondicionado, como cantara Rubén Blades en ‘El padre Antonio y su monaguillo Andrés’. Apago el televisor.

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