El Chato Matta llegó al restaurante por una sabrosa papa a la huancaína con aceituna y huevito duro. También pidió unos tallarines con asado y queso parmesano. “María, voy a comer rapidito porque debo movilizar a mi amigo de San Hilarión, el popular ‘Zegarrita’. El colorado llegó de Italia ganadazo de billete y achibolado. Ni bien aterrizó, me timbró. ‘Causita, te habla ‘Zegarrita’. Estoy en el aeropuerto, no le digas a nadie que estoy en Perú porque dejé mucha ropa tendida’. Apenas subió a mi carro, sacó un CD de su maleta de mano y me hizo poner su canción favorita de Nicky Jam: ‘Te estaba buscando/ por las calles gritando/ eso me está matando/ Te estaba buscando/ por las calles gritando/ como un loco tomando/ Es que yo sin ti/ Y tú sin mí/ Dime quién puede ser feliz/ Esto no me gusta/ Esto no me gusta…’. Recordé que mi amigo la pegaba de mujeriego, pero siempre fue medio sonso. Un día voló a Italia con su esposa, la terrible Maryorie, la ‘Mil camas’, como le decían los palomillas en el barrio. Maryorie, una morocha desquiciante, era de Lince y por eso se sentía más que nosotros. Pero las malas lenguas decían que ‘Zegarrita’ la conoció en un exclusivo club nocturno de San Isidro.
Guapa y de ojos vivaces, le comió el cerebro: ‘Es la primera vez que vengo, sácame de aquí. Te seré fiel toda la vida’. ‘Zegarrita’, que había llegado picado, con sus compañeros de chamba, una gran empresa de telefonía, se tragó el cuento y a los pocos meses nos llegó el parte matrimonial. Como te digo, Maryorie se hacía la pituca con nosotros, pero una noche, justo en el cumpleaños de su marido, y cuando ‘Zegarrita’ se quedó dormido en el sillón, me acorraló en su cocina y quiso besarme. Yo había tomado, pero la rechacé. No lo niego, estaba espectacular con esa minifalda y hacía rato me coqueteaba, pero era la mujer de mi amigo y madre de su hijo. Esa tarde, al salir del aeropuerto, ‘Zegarrita’ me contó una historia alucinante. ‘Chatito, tú siempre fuiste caballero. Maryorie me contó que te le quisiste mandar. Por supuesto que no le creí. Me quiso desviar la atención. Quería que te cele, mientras ella tenía su aventura con un ‘palomilla de ventana’ de su trabajo, en un gran centro comercial. La gota que derramó el vaso fue cuando en el ‘Día de los enamorados’ yo estaba cuidando a mi hijo y ella se apareció a las 2 de la madrugada borracha, oliendo a perfume de hombre y ¡¡con un ramo de rosas!! ‘En mi trabajo hicieron una reunión’, se justificó. La mandé a seguir y descubrí que tenía un amante. ¿Te acuerdas del Negro Pepe? Le invité una caja de chelas, le regalé 500 soles y le dije: Marca a ese gil que sale con mi mujer. Ajústalo’. Al ‘Negro Pepe’ se le pasó la mano. Le dio un pisotón en la boca al partidor y le voló cuatro dientes. A la noche siguiente, Maryorie llegó a mi cama más cariñosa que nunca. El chibolo asustado la mandó a la m… La perdoné, fuimos felices otra vez y decidimos irnos a Italia. Allá volvió a las andadas con italianos viejos y al final me abandonó con mi hijo. Como decía mi abuelita: ‘gallina que come huevo, aunque le quemen el pico’”. Pucha, ese señor ‘Zegarrita’ se pasó de cornudo. Me voy, cuídense.
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