Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un seco de cordero con arroz blanco graneadito, rocotito molido y un emoliente con cebada heladito.

“María, en qué clase de mundo vivimos que miles de niños son víctimas de monstruos. El último caso es el de un individuo de diecinueve años, en Breña, que violó a una pequeñita de solo cinco años. Ella había ido a comprar una gaseosa a la tienda de la cuadra, mientras que su abuela la miraba desde algunos metros. Cuando la niña regresaba con la bebida, y ante un descuido de la abuela, el miserable, identificado como Jheral Espinoza Rodríguez, la interceptó y llevó al segundo piso de su casa, donde además funciona un centro evangélico de oración.

En ese lugar el despiadado abusó de ella, mientras la desesperada familia de la víctima la buscaba en todo el barrio. Después de media hora, dieron con la niña, mientras el agresor escapó con ayuda de su padre, quien, según afirma la policía, tiene denuncias policiales en su contra por robo agravado a mano armada, tráfico de drogas y tenencia ilegal de armas y explosivos. Los agentes emprendieron una rápida búsqueda del abusador, quien fue finalmente ubicado en el hospital ‘Arzobispo Loayza’, a donde llegó para ser atendido, dicen, porque intentó suicidarse ahorcándose, aunque no encontraron ninguna marca en su cuello.

Por eso, fue trasladado a la comisaría donde señaló que violó a la inocente criatura porque estaba borracho. La familia de la niña llegó al lugar y le dio una golpiza. Los padres de familia, los encargados de cuidar a los niños, los tutores, no terminan de comprender que vivimos rodeados de gente malvada, seres miserables que, como hienas hambrientas, acechan a los pequeños. Por eso, ninguna precaución es suficiente. La abuelita vigilaba a su nieta desde algunos metros, pero igual fue raptada y violada. Esto nos enseña que a los chicos jamás hay que dejarlos solos en las calles, ni mandarlos a comprar sin compañía, así sea en la esquina de la cuadra, porque no sabemos los sátiros que pueden haber agazapados en el camino. Tampoco hay que dejarlos ingresar a cualquier casa a jugar, pues la amenaza podría estar allí. ¡¡Hasta en el propio hogar corren peligro!! Parece una cosa de locos, porque ya no se puede confiar en nadie.

Pero así son las cosas y hay que tomar medidas. Solo dejarlos con personas de entera confianza y monitorearlos siempre. Y sigo insistiendo, los violadores de niños son seres irrecuperables para la sociedad. Solo pueden ser peores con el tiempo, por lo que son un gravísimo peligro. Por eso, los que ultrajan a un menor, solo merecen la muerte. El Estado peruano debe instaurar la pena capital. Los que se oponen, argumentan que no es disuasiva y por tanto no tiene razón de ser. Tal vez no convenza a un enfermo de no violar a un niño, pero por lo menos los iremos eliminando. Esa gente no merece vivir”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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