Este de la obra de . ‘Conversación en la Catedral’ es el libro que, según el escritor, más le costó escribir y el que ‘salvaría de la hoguera’. Mario, aunque no lo crean, se vio criticado después que sacó la divertida ‘La tía Julia y el escribidor’. Para mí, buenísima. ‘Está en declive’, decían los críticos. Cuando vio la luz ‘Pantaleón y las visitadoras’, estos mismos se frotaron las manos. ‘Ya está en decadencia, solo escribe obras divertidas o anecdóticas’, decían. Años después le tapó la boca a todos con ese novelón llamado ‘La guerra del fin del mundo’, basada en una obra de Euclides da Cunha ‘Os sertoes’. Para eso, Mario se sumergió un año en las bibliotecas de Recife, para documentarse sobre la alucinante rebelión de los Canudos, los más pobres del norte de Brasil. Luego nos presentaría otra gema, ‘La fiesta del Chivo’, sobre la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, en República Dominicana. Después, definitivamente su producción no alcanzó picos tan altos. Pero Mario, siempre a la vanguardia, comenzó a escribir novelas para leerlas de un tirón, de Matellini a la Estación de Naranjal del Metropolitano, como ‘El sueño del celta’, su última gran novela. Tras ganar el Nobel, podía darse el lujo de vender 15 mil libros en una semana en Lima, algo increíble. Lo mismo ha sucedido con ‘Cinco esquinas’, su reciente obra. A los 80 años, Mario no está para sumergirse en archivos. Esta novela, me imagino, la escribió de cabeza, sobre un tema que domina: El periodismo. Hay tres periodistas clave en la narrativa vargasllosiana. ‘Zavalita’, su álter ego, en ‘Conversación en la Catedral’. Luego, en ‘Pantaleón y las visitadoras’, muestra el lado siniestro del periodismo. Un locutor radial ‘mermelero’, ‘El sinchi’, interpretado para la posteridad, en el gran filme de Francisco Lombardi, por el recordado Aristóteles Picho.

En el 2016 nos presenta a un periodista, Rolando Garro, director de una revista sensacionalista, desalmado, impresentable, enano, extorsionador. Pero no solo ha trabajado en libelos de medio pelo, sino que ha sido conductor de programas políticos en la tele y todos fueron cerrados. Es obvio que Vargas Llosa se toma sus revanchas. Este ‘plumífero’ pretende extorsionar a Enrique Cárdenas, el millonario hombre fuerte de la minería en el país. La trama está ambientada en la Lima de inicios de 1990, con un Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos más poderosos que nunca. Aquí también Mario saca la chaveta y humilla, en el papel, a este millonario amigo del ‘Chino’ y el ‘Doc’, al que un fotógrafo de quinta le toma fotos íntimas para ‘Destape’ y Garro, al ser rechazada su proposición de chantaje, publica y ocasiona un escándalo a nivel nacional. Pero, sospechosamente, al día siguiente termina asesinado brutalmente y su cadáver dejado en el barrio Cinco Esquinas de Barrios Altos. Su brazo derecho, ‘La retaquita Leguizamón’, descubriría que los asesinos fueron miembros del SIN con el fin de extorsionar al empresario minero. Este también debe soportar que su mujer le sea infiel con su mejor amiga, en calientes páginas de amor lésbico. Mario describe la podredumbre del periodismo amarillo, chicha, de la época de Montesinos y, en ‘La retaquita’, sin temor a equivocarme, se ha inspirado en una famosa conductora de espectáculos que estuvo en la cárcel. Ya totalmente alejado de la novela total, Mario, a sus 80 años, se cobra revanchas. “Quiero al periodismo, es una actividad que me entusiasma, y me apena mucho la deriva que ha llegado a tener en nuestro tiempo. En muchos casos se ha convertido en una forma de entretenimiento que no tiene límites, utiliza el escándalo y se basa en husmear en la basura humana”, sostuvo el escritor a propósito de la novela. El Perú se divide en dos: el de los ricos como Kike, el minero ampayado en orgías con chibolas. Luciano, el puritano, pero a la vez apañador abogado. Marisa y Chabela, sus esposas, insaciables amantes lesbianas. Y abajo, solo podredumbre, artistas menesterosos, víctimas de Rolando Garro y su carroñero sensacionalismo. Al costado, otros hampones de cuello y corbata, Fujimori y Montesinos. No hay buenos, solo malos, cínicos e indiferentes en la historia de Mario. No cuento el final. Léanla. La recomiendo a ojos cerrados. Además, así nomás, nuestro Nobel no escribe thrillers. La joyita llamada ‘¿Quién mató a Palomino Molero?’ fue uno de ellos. Ahora el escritor se achora, cuenta que de joven llegaba mucho a ‘Cinco esquinas’ como periodista de Policiales. Este Búho conoce perfectamente el barrio porque el colegio de monjas, Señor de la Misericordia, que dirigía mi tía sor Adelaida, quedaba a diez metros de ese lugar y trabajaba en la biblioteca. Nunca me imaginé que varios lustros después, esas calles apeligradas donde vivían mis compañeros sanmarquinos, como Tino Vega Bazán y el ‘Negro’ Exler, serían protagonistas de una novela de Mario. Apago el televisor.

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