Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por una sopita wantán con chanchito y huevito de codorniz. Después se pidió un arroz chaufa de pollo y su jarrita de agua de cebada al tiempo. “María, leí en Trome la historia de Magaly Silva, ‘la reina de los tamales’. En ‘Mistura’ del 2009 ganó de forma merecida el ‘Ají de plata’, por el rico sabor de sus platillos y se mostró realmente emocionada. No podía ser de otra forma, pues ese importante reconocimiento le llegaba después de haber sufrido tanto. Magaly es la última de once hermanos y hasta los seis años vivió en una casa-cuna con monjitas, quienes le enseñaron disciplina y a ser trabajadora.
Poco después de eso comenzó a acompañar a su madre a vender tamales en las calles. Caminaban tantos kilómetros que la entonces pequeña Magaly Silva acababa con los pies llenos de ampollas. Pero al día siguiente le rogaba a su madre para que la vuelva a llevar. Cualquier sufrimiento era preferible a los maltratos que recibiría de su padrastro alcohólico si se quedaba en casa. Su niñez transcurrió en medio de la pobreza, y cuando cumplió 19 años, su mamita murió. Cuenta que tuvo que empezar de cero y sola. Su padrastro los abandonó llevándose todo, hasta las ollas, sus hermanos varones estaban metidos en drogas y las mujeres ya tenían su propia familia.
Tuvo que pedir prestados 50 soles a una vecina para comprar una olla grande y empezar a cocinar sus tamales usando leña en lugar de gas. Durante años los vendió afuera de la panadería ‘Malatesta’, en el Rímac, hasta que participó en ‘Mistura’ y su nombre se hizo famoso. Hoy, le va tan bien que cada semana vende hasta cinco mil tamales, pues no solo hace los clásicos de chancho y pollo, sino también de pulpa de cangrejo, quinua con queso, carapulcra, pachamanca, maíz morado, garbanzos, con trozos de chicharrón y hasta de cuy.
Además, restaurantes cinco tenedores le hacen pedidos, por lo que ella se siente orgullosa. Magaly Silva, además, ha viajado a países como Chile, Brasil, España y Estados Unidos, lugar este último donde vende mucho más de los 80 mil tamales que ha llegado a ofrecer en Mistura.
Contar la historia de Magaly Silva es importante, porque demuestra que todos podemos lograr nuestras metas, si nos decidimos a trabajar duro para lograrlo. No importa si eres pobre, si sufriste abuso infantil o perdiste a tus padres. Es más, el haber crecido en un ambiente con drogas tampoco te condena a una vida miserable. Magaly cuenta que, desde pequeña, supo que la pobreza no era parte de ella y que no quería morir siendo pobre, así que comenzó a estudiar cosmetología mientras trabajaba con sus tamales. Jamás tiró la toalla, siempre se preocupó por prepararse, dar siempre más que el resto, ser imaginativa y chambear duro. Esa es la receta básica del éxito. Si te caes veinte veces, levántate otras tantas y sigue andando. El dinero llegará solito”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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