Este Búho cree positivo que el futuro premier Fernando Zavala, en sus primeras declaraciones, haya enfatizado que espera concertar con los partidos políticos. El objetivo es que en los primeros cien días del nuevo gobierno se pueda implementar un paquete de medidas de emergencia sobre los más graves problemas que atraviesa el país, pero sobre todo uno en particular, la inseguridad ciudadana. Nuestra propia experiencia nos dice que no basta tener un presidente militar y un uniformado en retiro como ministro del Interior para derrotar a la delincuencia. Sino vean cómo deja el país Ollanta Humala en esa materia.
Para combatirla y, lo muestran algunos ejemplos de otras ciudades como Nueva York o Medellín, se requiere un conjunto de medidas que van muchísimo más allá de llenar las calles de policías. El jefe de policía de la ‘Ciudad de los rascacielos’, William Bratton, ejecutó un exitoso plan para acabar con las pandillas y el flagelo de la comercialización de ‘crack’, en 1989, a pedido del alcalde Rudolph Giuliani. Logró que la ultraviolenta ciudad, a la que hasta le habían cambiado la denominación a ‘La Gran Manzana… podrida’, reduzca su violencia radicalmente.
Al día había seis asesinatos, ocho violaciones y 410 delitos graves. Pero una ciudad latinoamericana, Medellín, en Colombia, vivía en 1991 una situación peor que la de Nueva York. Eran las épocas tenebrosas de Pablo Escobar, el jefe del ‘Cártel de Medellín’, y su guerra contra el Estado, el ‘Cártel de Cali’, los grupos paramilitares de derecha y las FARC de izquierda. En sus comunas se perpetraban 20 homicidios al día. En ese 1991 murieron de manera violenta 6,700 personas, la mayoría menores de veinte años.
Con la muerte de Pablo Escobar y el cese del fuego, ordenado por el jefe de los paramilitares ‘Don Berna’ y el plan Orión, del presidente Uribe, que desalojaron a las FARC de la ciudad, le dieron la oportunidad al municipio con sus fondos, con el apoyo financiero de grandes empresarios del país y del gobierno español, de implementar en el 2004 los llamados Proyectos Urbanos Integrales (PUI). Uno de los forjadores de ese proyecto, Jorge Melguizo, señaló: ‘La ciudad más segura no es la que tiene más policías’. Se propusieron, en primer lugar, dotar de servicios básicos a los dos barrios más pobres y peligrosos.
Pero no solo eso, estos lugares ubicados en las colinas, aislados del centro de la ciudad, eran ‘zonas liberadas’ adonde no llegaba el Estado más que para reprimir. Los jóvenes no trabajaban ni estudiaban y reinaba la microcomercialización de droga, con los consiguientes enfrentamientos sanguinarios. ¿Esa radiografía no les parece un calco de las zonas picantes del Callao o las de Trujillo o Chimbote? Comenzaron a dotarlos de servicios básicos, hasta que el 90 por ciento de la población tuvo luz, gas, agua potable.
Luego iniciaron un revolucionario sistema de metro rieles que llevaban a esas poblaciones del centro a su casas, en las alturas, en menos tiempo. Enseguida, a los que vivían en las colinas les construyeron escaleras de cemento y a los que habitaban en el cielo, mismo cerro ‘El Pino’, ¡¡escaleras eléctricas!! Y después de nivelar su calidad de vida, gracias al apoyo español, hicieron una monumental biblioteca y muchas filiales, con Internet gratis y centros culturales. Donde había basurales se edificó un anfiteatro con 25 ambientes, para que los vecinos desarrollaran música y teatro. Eso dio sus frutos.
De 381 muertos en un año se disminuyó a 33, en el 2007. Pero el especialista sostiene que hay agentes delictivos ajenos a la propia comunidad, como las bandas internacionales de la droga, de lavado de activos, de trata de personas, que no solo pervierten a la juventud, sino corrompen a las malas autoridades políticas, policiales, del Poder Judicial y del Ministerio Público. Contra esas mafias tiene que haber una fuerza incorruptible que las desarticule y allí sí se debe usar todo el peso de la represión y de la ley.
Pienso que el nuevo gobierno podría implementar un programa de ese tipo, para comenzar, en el Callao. La lucha contra la inseguridad ciudadana nunca termina. En Nueva York y Medellín siguen combatiéndola, pero dieron pasos agigantados. Aquí hasta ahora no se ha hecho nada resaltante. Está bien construir más cárceles, darle penas acumulativas a los reincidentes y hacerlos trabajar y que no estén de vagos planeando ‘golpes’ y ‘extorsiones’, pero también debe haber una estrategia clara que dé sus frutos pronto. Apago el televisor.
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