Este Búho asiste, en estos días movidos de la campaña electoral, a lo que en política se llama ‘control de daños’, realizado por Keiko Fujimori y Fuerza Popular sobre su otrora todopoderoso secretario general del movimiento, el congresista Joaquín Ramírez. En un primer momento, la candidata y José Chlimper se equivocaron en blindar con todo a Ramírez, al punto que al día siguiente el investigado por la Fiscalía Especializada en Delitos de Lavado de Activos salió con la pierna en alto para victimizarse y soltar una memorable frase que quedará para la historia: ‘Soy un cholo con plata y por eso la gentita limeña no me perdona’.
Mi apreciación es que esta denuncia golpeó a Fuerza Popular, porque la ciudadanía pudo conocer los antecedentes de Ramírez en cuanto a investigaciones por estos graves cargos. Investigaciones a él y a otros miembros de su clan familiar. Por eso, obligó a la cúpula fujimorista a hacerlo a un costado. Claro, Keiko Fujimori no quiso dar la imagen de que defenestró a su brazo derecho, por lo que sostuvo que ‘voluntariamente’ Joaquín le solicitó que acepte su pedido de licencia hasta que se aclaren la investigaciones.
Pero ¿por qué Fuerza Popular también ha decidido prescindir de las casas y autos que Ramírez ‘desprendidamente’ donó al partido? El millonario local partidario de Bucaneros, de su propiedad en La Molina, al momento de que lean esta columna, es un inmueble ocupado por fantasmas. Los fujimoristas levantaron sus cosas y andan buscando uno más modesto. En fin, sacarlo aunque un poco tarde puede frenar el efecto negativo que significaron a la candidatura de Keiko Fujimori las denuncias periodísticas a las que nunca debieron satanizar, porque el periodismo está para fiscalizar a los políticos que aspiran al poder, sea quien sea.
Pero al menos este es un ‘control de daños’ decente. En la estupenda serie ‘House of Cards’, una radiografía negra de la política norteamericana, el congresista Frank Underwood (Kevin Spacey) tenía otra forma de ejecutar su ‘control de daños’. En la primera temporada se alió con un diputado alcohólico y drogadicto, y lo convenció con engaños de que traicione a sus electores y amigos de su ciudad, que lo eligieron para que presente un proyecto a fin de reflotar un astillero. Al final no hace nada y 12 mil personas se quedan sin trabajo.
Cuando el diputado se da cuenta de su error, vuelve al trago y está a punto de denunciarlo, pero Frank no le pide que ‘dé un paso al costado’, como Keiko Fujimori, sino que él mismo va a su casa y lo asesina cuando dormía borracho en su carro, al encender el motor para que se asfixie con el monóxido. Como en ‘Game of Thrones’, el lema es ‘ganas o mueres’… Frank, al día siguiente, enfila sus baterías contra los que considera un obstáculo para sus objetivos: Los que aspiran al poder son conscientes de que muchos de sus aliados de hoy, serán sus enemigos mañana.
Underwood sabe esto muy bien por su relación con una periodista jovencita, bella y ambiciosa: Zoe Barnes (Kate Mara), quien lucha por ser tomada en cuenta por el editor del diario y encuentra en Underwood su ‘garganta profunda’, que le suministra ‘carnecita confidencial’ del gobierno y del Congreso. Frank le da las primicias que le convienen a él y contribuyen a seguir tumbándose a sus enemigos. Así, Zoe también logra escalar, crece su prestigio y logra hacer echar al incómodo editor. Cuando la jovencita empieza a descubrir que Frank no solo es un corrupto, sino también un asesino, toma conciencia del peligro que corre al tener a semejante ambicioso a su lado e intenta denunciarlo.
El propio Underwood le aplicó su ‘control de daños’ y la empujó a los rieles del metro. Este enfermo del poder es una mezcla de Vladimiro Montesinos y Maquiavelo. Su frase favorita: ‘El dinero puede ser una gran mansión en Sarasota, que empieza a derrumbarse en diez años. El poder es una sólida construcción de piedra que perdura por siglos’. No me hubiese sorprendido que el guionista haya puesto en su boca una frase de Mao Tse-tung, que enarboló el demencial grupo terrorista Sendero Luminoso. ‘Salvo el poder, todo es ilusión’. Apago el televisor.´
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