Este Búho siente que parte de su niñez, de aquellos años maravillosos, se va, se evapora paulatinamente cuando mueren los entrañables cómicos de aquellas pantallazas de TV en blanco y negro. Ahora le tocó el turno al gran Fernando Farrés, a los 89 años. Los jóvenes no sabrían quién fue, sino fuera porque el agradecido Efraín Aguilar, ‘Betito’, le dio ese justo homenaje que merecía y lo incluyó en el elenco de la entrañable serie ‘Mil oficios’ preludio al boom de ‘Al fondo hay sitio’, donde encarnó a ‘Don Simeón’, quien era el padre en la ficción de otro grande, ‘Renato Reyes’, Adolfo Chuiman. Justamente, ‘Papá’, una estrella en esta constelación ‘chollywoodense’, me contó una anécdota una tarde en ese ‘hueco’ que tiene en San Borja, donde le sirven un traguito corto misterioso.
“Cuando estábamos en ‘Risas y salsa’, Fernando Farrés ya era consagrado, pues llegaba de ‘El tornillo’. Yo provenía del teatro serio, de autores clásicos, pero empalmé bien en la comicidad y el ‘tío’ me agarró camote. A la hora de los descansos me decía: ‘Sobrino, acompáñame a la panadería’. ¿A la panadería? ‘Sí, pero en ‘Malatesta’ también vendían pisquitos iqueños, ja, ja, ja’”. Ingreso al túnel del tiempo. Corrían los años 70. Los militares estaban en el poder. Habían capturado la televisión y sabían que uno de los rubros más exitosos y redituables, no solo en términos económicos sino políticos, eran los programas cómicos. Por eso no tocaron al programa estrella, ‘El tornillo’, que se transmitía los sábados en la noche y que sería el origen de lo que en los años 80 se convertiría en el boom llamado ‘Risas y salsa’. ‘El tornillo’, en blanco y negro, nos hacía reír a carcajadas. Con humoristas de primer nivel como Hugo Muñoz de Baratta, ‘Moncherí’, Carlos Oneto, ‘Pantuflas’, papá de Bettina Oneto, don Álex Valle, las potables Camucha Negrete y Anita Saravia, Antonio Salim, ‘Roncayulo’ y el ahora fallecido Fernando Farrés.
Justamente Salim, Valle y Fernando Farrés tenían un sketch que pasó a la historia de la comicidad: ‘La santa paciencia’. Farrés interpretaba a esos empleados públicos despreciables, déspotas, insensibles, sádicos, vagonetas, que tratan al público con indiferencia y hasta con odio. A ese tipo de empleado público, a esa estirpe, pertenecía el personaje de Farrés. La verdad es que todos lo odiábamos porque era tan buen actor que el imaginario popular creía que él era así en la vida real, pero era todo lo contrario. Hacía de malvado y trataba muy mal a todo individuo que llegaba a su ventanilla. Uno de ellos era Antonio Salim, al que el burócrata humillaba. Cuando Salim, un tipo tranquilo, estallaba, aparecía don Álex Valle, quien le pedía que tome aire y se ilumine porque debía tener ‘la santa paciencia’. Después de convencerlo con ‘esas sabias palabras’, Valle iba a consultarle a Farrés y este lo trataba peor que a un estropajo.
Entonces, don Álex se convertía en una bestia y cuando estaba a punto de agredir al empleado, Salim intervenía y le recordaba: ‘Usted me enseñó esas benditas palabras, de la santa paciencia’. Y la célebre respuesta: ‘¡¡quéeee santa paciencia ni qué santa paciencia…!!’ Fue una sketch emblemático, que hizo que disminuyeran los malos tratos en las dependencias públicas. Pero nunca olvidaremos a Fernando Farrés porque también era la voz comercial en la época dorada de las transmisiones deportivas de don Humberto Martínez Morosini o ‘Rulito’ Pinasco. Lucho Cáceres también lo recuerda con cariño cuando trabajaron juntos en ‘Mil oficios’. ‘Siempre ayudaba a los jóvenes con consejos, nunca en plan de consagrado’. Seguramente estará tomándose un pisquito con San Pedro. Salud, maestro. Apago el televisor.
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