Este Búho saluda a la Feria del Libro. Todo lo que sea un incentivo para que los peruanos de todas las edades se interesen en la lectura, debe ser aplaudido. Nunca olvidaré cómo conseguí una ‘joyita’ que busqué por meses en el mercado. Recuerdo que había leído una entrevista a Charles Bukowski, donde confesaba que el escritor John Fante había sido su más grande influencia. Y señalaba que el libro ‘Pregúntale al polvo’ definió su vocación de escritor y su estilo. Se los juro que busqué ese libro por medio mundo. Mi amigo Javier, el mejor buceador de las librerías del Centro, me dijo: ‘Búho, creo que he visto ese ejemplar en Amazonas. Y no le faltaba razón. Allí encontré el libro del ‘papá’ de Bukowski. Hace poco compré toda la narrativa de Ernest Hemingway y me vino de regalo el video de una entrevista a Valerie Daby-Smith, quien fuera la secretaria del autor de ‘El viejo y el mar’ y esposa de su hijo menor Gregory, la socialité Valery Hemingway. Le preguntan por las causas que llevaron a su suegro a quitarse la vida, pues muerta Mary Welsh, la cuarta esposa del escritor, y quien estuvo en la casa de Ohio en los momentos del suicidio era Valery la voz autorizada para explicarlo. Ella contó en el reportaje que “Ernest se suicidó por el deterioro de su salud y no aceptaba que la decadencia de su cuerpo no le permitía escribir. Lo segundo es que se tuvo que ir de Cuba a causa de la revolución y; tercero, la cuestión hereditaria, pues su abuelo y su padre se habían suicidado. Era una cuestión de familia”. Sus declaraciones causaron revuelo. Ya su nieta, la actriz Mariel Hemingway, había confesado que en su familia rondaban los fantasmas del alcoholismo, la drogadicción, enfermedades mentales y suicidios de muchos Hemingway, sobre todo su abuelo escritor. Ella misma denomina ese fenómeno como ‘La maldición Hemingway’, pues siete parientes se mataron, como su abuelo en 1961 y su hermana Magaux, una supermodelo, en 1996. Mariel cuenta de lo que se enteró de fuente directa, sobre los últimos momentos del autor de ‘Por quién doblan las campanas’.
Su abuelo estaba desterrado de su gran casa de Idaho, con su Mary, la última de las cuatro esposas que tuvo. Era joven y bella. El novelista recibía tratamiento psiquiátrico en la Clínica Mayo y le aplicaban electroshock, que minaba su salud física y mental. Su mujer lo oyó levantarse de madrugada el 2 de julio. Era normal, pues el novelista sufría de insomnio. Había salido de la clínica porque en esos traumáticos dos últimos años en que salió de Cuba, pensaba que lo querían asesinar agentes del gobierno norteamericano. Sufría de paranoia crónica. El Premio Nobel se encerró en una habitación mirando el bosque con una escopeta en la mano. Su esposa volvió a dormirse y, a los minutos, la despertó una explosión. Frente a la ventana, su marido se había volado la cabeza con el arma. El suicida fue, sin lugar a dudas, uno de los más grandes novelistas norteamericanos, al punto que hasta Bukowski, un eterno inconforme, lo admiraba. El abuelo de Mariel siempre estuvo en el pedestal de los más rudos, salvajes, borrachos y mujeriegos escritores. Según los críticos, el ganador del Premio Pulitzer (1953) y del Premio Nobel de Literatura (1954) escribió novelas casi autobiográficas, solo maquilladas de ficción, aplastadas por sus recuerdos. Por ejemplo, su novela ‘The sun also rises’ (1926), en español se titula ‘Fiesta’, nos presenta la historia de un periodista norteamericano que fue voluntario en la Primera Guerra Mundial y luchó en el frente, donde sufrió una herida por una explosión y viaja a conocer la fiesta brava en España. El escritor vivió lo mismo. En su laureada ‘El viejo y el mar’, ese notable relato inmortalizado en una película con el gran Spencer Tracy, no hace sino trasladar a las letras su afición por la pesca. En su caso, de altura. Por esa razón, llegó hasta Talara (Piura), al pueblo de Cabo Blanco, en 1956 , en busca del merlín más grande del mundo. La vida del abuelo de la bella Mariel fue realmente una apasionante novela. Apago el televisor.
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