Este Búho, como muchos de su generación, se sobrecogió cuando recibió la noticia de que Yola Polastri, la mítica animadora infantil, la otrora ‘chica de la tele’, a sus 69 años, iba a ser operada de un aneurisma cerebral, intervención que felizmente fue un éxito. Pero la nuestra también era la preocupación de aquellos niños de ayer que hoy son tíos, padres de familia con hijos adolescentes.
Nuestros ‘cachorros’ ni saben quién es Yola. Solo si visitan la casa de los abuelos y revisan en los anaqueles, donde se apilan los antiguos LP con los discos de chistes de Néstor Quinteros, ‘La Parranda de Panamá’, ‘Thriller’ de Michael Jackson, podrán encontrar los de Yola Polastri, infaltables en cualquier fiesta infantil que se respetara.
Yola reinó entre 1972 y la primera mitad de los ochenta. Era un producto de un país que vivía un gobierno militar, con Juan Velasco Alvarado que imprimía un sesgo ‘nacionalista’ en sus contenidos televisivos. Al punto que al estar estatizados los canales de TV, el popular animador Juan Salim, ‘Tío Johnny’, fue cancelado, entre otras cosas, por proyectar una imagen ‘pro imperialista’ y se prohibieron los juguetes importados.
La joven Yola cubrió su lugar con un programa con la participación de niños y adolescentes en bailes, canciones y programas periodísticos infantiles, donde destacó el ‘burbujito’ Alberto Beingolea, quien era un ‘mini periodista deportivo’.
El Perú vivía una época convulsionada y era indispensable para el gobierno que los pequeños tuvieran un programa que les permita mantenerlos fuera de las protestas que realizaban los profesores del Sutep.
Yola era la niña mimada y una de las estrellas mejor pagadas de la televisión. Sus discos se vendían como pan caliente. ‘Eco’, ‘La gallina turuleca’, ‘La feria de Cepillín’, ‘El do de mi clarinete’ y ‘El telefonito’ son clásicos de esa época que hicieron ricas a las disqueras Iempsa y Odeon. Pero llegó la democracia, la globalización y la legítima devolución de los canales a sus dueños.
Los privados buscaban rating, auspiciadores, más que contenidos ‘zanahorias’. ‘Papaúpa’ Delgado Parker con su ojo clínico había advertido el fenómeno del ‘Show de Xuxa’, en Brasil. Los programas para niños no solo debían estar dirigidos para infantes.
La brasileña animaba con unas minifaldas de infarto y captaba audiencia de los padres y adultos calentones. Y creó ‘El show de July’, con Giuliana Maiocchi, una rubia de esbeltas piernas y cortas minifalditas para competir con Yola y batió rating los sábados y los domingos en la mañana, donde la veían los papás en descanso.
Yola ya era una mujer de las cuatro décadas e intentó en los noventa modernizarse, con su nuevo programa ‘Yola Rocker’, pero fracasó y lo cancelaron en 1994. Era imposible competir con las bellísimas ‘dalinas’ de ‘Nube Luz’ de Panamericana, donde las animadoras salían con unas falditas de látex ‘que se les veía hasta el alma’, como un día la Polastri criticó. Además, ellas le cantaban a los hombres de la casa ‘Papi, papi, papi deja de fumar’. El país había pasado del conservadurismo a los destapes.
Yola batalló por mantener su vida privada en secreto, porque había habladurías y leyendas urbanas. Pero una ‘dalina’, Mónica Santa María, se suicidó por una decepción amorosa. La tía era un anacronismo en esa nueva sociedad de minifaldas, escándalos y ‘Calígulas’ en la televisión abierta. Pero siempre dio batalla enfrentándose, como Quijote contra molinos de viento, a esa nueva televisión que en el nuevo siglo, en horario de protección, presentaba a las chicas de los reality, especialistas en armar escándalos en paños menores, ¡¡animando fiestas infantiles!!
Conductoras como Gisela o el mismo Ernesto Pimentel, que vivieron su infancia con su programa, le rindieron justos homenajes, pero ella no perdía la oportunidad para reclamar un lugar nuevamente en la televisión. Pero siguió dando show a empresas privadas y domicilios, y mantenía una escuela de talentos. Un caso extraño. Otras divas, en el ocaso, prefieren el ostracismo total, pero ella pareciera que desea estar arriba del escenario hasta el final. Mis respetos para una grande de todos los tiempos que sigue diciendo: hay contendidos en la televisión, que se emiten en plena tarde, que no son buenos para los niños. Apago el televisor.