Este Búho lamenta que este fin de semana, en el que se conmemoran los ¡50 años! del mítico festival de Woodstock, no se haya concretado el gran homenaje que se estuvo organizando. Hasta mayo, todas las miradas del mundo estaban puestas en Nueva York, específicamente en la localidad de Watkins Glen, donde se proyectaba volver a repetir, después de cinco décadas, el concierto de aniversario del gran espectáculo de rock que, en 1969, marcó un hito inolvidable y trazó el derrotero de una juventud rebelde, hippie y que aborrecía a un gobierno que mandaba a morir a los jóvenes en la absurda guerra de Vietnam.
Fueron muchachitos los que organizaron un festival al que llamaron ‘Woodstock: tres días de música, amor y paz’. Michael Lang era un veinteañero cuando con dos amigos decidió organizar el evento en tres días, a las afueras de Nueva York. Este año, el mismo Lang estaba a la cabeza del magno evento de aniversario. Pero la situación del 2019 no es la misma de ayer. En 1969, la guerra de Vietnam estaba a miles de kilómetros de la ciudad y se podía protestar en paz; hoy, después del traumático 11 de setiembre con las Torres Gemelas, el invisible enemigo terrorista bien podría encontrar un ‘bocado’ apetecible en una fiesta tan multitudinaria como la que se proyectaba.
El asunto es que hasta abril no se sacaban a la venta los boletos porque no se encontraba una locación disponible, y esto ahuyentó a los auspiciadores. Y por último, el cambiar la locación definitiva a 500 kilómetros de la inicial ocasionó la deserción de varios de los artistas cabezas del cartel.En cambio, en 1969, los muchachos escogieron las colinas de un pueblito de granjeros de Woodstock y cuando los pacíficos lugareños vieron a los jóvenes pelucones sin camisa y con jeans, fumando unos cigarritos de olor raro, los corrieron a patadas.
Alquilaron un inmenso campo de 240 hectáreas hasta con lagunas y río. Pero lo que también diferenciaba a uno de otro concierto era la calidad de los músicos. El cartel del mítico concierto de finales de los sesenta fue brutal: Richie Havens, quien abrió el show; bandas emblemáticas como Crosby, Stills Nash & Young; Santana, en ese entonces desconocido, quien se inmortalizó con su tema ‘Soul Sacrifice’; los ingleses The Who y Joe Cocker; los delirantes californianos del rockabilly, Sha-Na-Na, o míticas solistas como Janis Joplin y la música hecha poesía de Joan Báez, entre otros. Y sobre todo, el eximio guitarrista Jimi Hendrix, quien allí dio su testamento musical.
Esa ‘empresa’ juvenil calculaba llegar a 50 mil asistentes, pero fueron más de 300 mil los que hicieron colapsar todos los servicios. Sin embargo, eso no les importó a los jóvenes, tampoco las lluvias torrenciales ni el barro. Durante tres días hubo libertad sexual y se dio paso a provocaciones naturales de aquella época opresiva para la muchachada, que buscaba salidas en las drogas. Otros ordeñaban vacas, ayudaban en la agricultura a los granjeros. Todos esto se pudo ver en ‘Woodstock: tres días de paz, música y amor’, un documental extraordinario donde esos tres días fueron brillantemente editados, entre otros, por un Martin Scorsese jovencito.
Esa película la vio este columnista de chibolito en el cine Mirones, pagándole una propina al boletero, el querido ‘Tío’, porque era para mayores de 18 años. En cambio, el fracasado concierto solo logró convocar a solo tres ‘históricos’ músicos que estuvieron en la primera edición: Carlos Santana, el vocalista de los Creedence Clearwater: John Fogerty; y David Crosby de ‘Crosby, Stills, Nash & Young’. Junto a estas viejas glorias estaban programadas bandas del momento como The Killers, el pop de la ex ‘chica Disney’ Miley Cyrus o el actual rey del hip-hop ‘Jay-Z’.
Creo que Lang no midió los riesgos de su empresa y se embarcó en una quimera: tratar de imitar el concierto de 1969 ‘en su esencia’. Craso error, el espíritu y la rebeldía juvenil es inimitable, porque solo se es joven una vez. Apago el televisor.