Este Búho se sorprende de lo fugaz del tiempo: la primera parte de la trilogía del entrañable filme de Robert Zemeckis, ‘Volver al futuro’, se estrenó hace ¡treintaicinco años! Por este motivo han abundado homenajes, reestrenos y conferencias para un largometraje calificado como ‘el último clásico de aventuras’.
Nunca olvidaré cuando aquel 1985 la vi un sábado en matinée en el moderno y cómodo cine Tauro -hoy en abandono- del jirón Washington. Gracias a mi enamoradita sanmarquina, Anita, ingresábamos gratis porque uno de los encargados era novio de su prima. Allí vi lo que hoy se considera como un clásico de las películas de entretenimiento: las alucinantes aventuras del adolescente Marty McFly (Michael J. Fox) y su amigo, el científico loco ‘Doc’ Emmett Brown (Christopher Lloyd) en sus viajes, primero al pasado 1955, donde McFly, aterrado, debe evitar el acoso de la adolescente Lorraine, quien es su futura madre, y hacer todo lo posible para que ella se enamore de su futuro padre, un chico tímido y sin brillo. Aquí no hay una máquina del tiempo estática, sino una construida por el ‘Doc’ a partir de un automóvil espectacular marca DeLorean. Esta primera película de la saga terminaba con Marty, su novia y el ‘Doc’ enrumbando al 2015, para evitar que los futuros hijos de la parejita vayan a la cárcel.
Recuerdo que salimos del cine asombrados con el filme de Robert Zemeckis (a quien el futuro le depararía grandes satisfacciones, como ganar el Oscar al mejor director y a la mejor película por ‘Forrest Gump’, de 1994), pero también caminábamos temerosos por los ‘coches bomba’ de los terroristas de Sendero Luminoso que los colocaban en las calles de Lima. Por esos días, un joven político aprista, Alan García Pérez, había llegado a la presidencia prometiendo un ‘futuro diferente’, pero si hubiese tenido el DeLorean del ‘Doc’ en el filme y hubiese viajado al futuro, se habría asustado de ver lo que iba a ser su desastroso primer gobierno: el absurdo intento de estatización de la banca, la hiperinflación, la corrupción estratosférica (los aviones Mirage, el tren eléctrico, el dólar MUC, los penales, el comando Rodrigo Franco).
Si la primera entrega sorpresivamente fue récord de taquilla y su tema principal, ‘Power of love’ de Huey Lewis and the News era el número uno en las radios, el estreno de ‘Volver al futuro II’ causó histeria global y en los cines del mundo no cabía ningún alfiler. En Perú se estrenó en el verano de 1990. Para ese tiempo trabajaba como redactor en un diario que yace en el cementerio de papel. Anita ya estaba en preparativos para casarse con otro y me fui a ver la película con una coleguita ‘cariñosa’ al emblemático cine ‘El Pacífico’. Habían unas colazas. La cinta sobrepasó las expectativas. Todos querían observar cómo sería el lejano futuro 2015. En realidad, a diferencia de películas futuristas de culto, como ‘Blade Runner’, donde las ciudades son ultra sombrías, de rascacielos oscuros y pantallas led con anuncios japoneses, el ‘futuro’ urbanístico de Zemeckis era diáfano, de sol brillante, colorido, con locales de malteadas y rockolas más bien sesenteros. Pero hay algunas predicciones que no se cumplieron hasta hoy: las zapatillas que se anudaban solas, las casacas que se mojaban y se autosecaban, la basura reciclada que se podía comer.
En el transporte, estamos en el 2020 y aún no hay autos voladores, ni el skate sin ruedas que volaba y con el que Marty huía de los matones. Alucinamos con las ‘videollamadas’ porque en ese año 1990 para hacer una llamada teníamos que hacer una colaza en un teléfono público con unas prehistóricas fichas ‘rin’ de la estatal Compañía Peruana de Teléfonos, y todavía no habían celulares ni internet. Viajábamos en micros llenos de rateros y las mujeres eran presas de mañosos de toda edad. No existían el Metropolitano ni el Metro de Lima. Y todavía seguían los apagones de Sendero y, para colmo, Perú perdió todos los partidos de las Eliminatorias para el Mundial de Italia 90. ¡¡Cómo queríamos regresar al cine y ‘Volver al futuro’!! Apago el televisor.