Este Búho se sorprende al sacar cuentas y ver que en este 2019 se cumplen cien años del nacimiento de un escritor norteamericano muy especial. A diferencia de muchos escritores compatriotas suyos, considerados también ‘de culto’, como Ernest Hemingway, Truman Capote o Norman Mailer, por citar a algunos, quienes hicieron de la sobreexposición de sus vidas su sello personal y literario, Jerome David Salinger (1919-2010) fue todo lo opuesto, ya que después de lograr el éxito literario y de crítica con una sola novela, ‘El guardián entre el centeno’, y tras convertirse al budismo, terminó por autoexiliarse en el más puro ostracismo, a tal punto que se aisló totalmente y vivió en una cabaña de madera como un ermitaño, dispuesto a defender con uñas y dientes el no querer ver más al género humano.
Así vivió en un bosque en Cornish, Nuevo Hampshire, y allí murió en su ley, mientras el mundo editorial hurgaba entre sus correspondencias secretas confesadas a amigos o historias de romances con veinteañeras aspirantes a escritoras. Truman Capote o Norman Mailer hubiesen pagado por tener a ese ejército de paparazzis acechándolos, pero Salinger los odiaba. Las escasísimas fotografías suyas en los últimos lustros de su vida eran conmovedoras, abusivas, viendo a un viejito arrugado levantando el puño de indignación ante el fotógrafo que lo captaba sin su consentimiento, y atrás otro paparazzi sonriendo con la cámara en ristre, esperando que volteara para conseguir su trofeo.
Pero no se confundan, ese anciano perdido por años de la luz pública se había convertido, con ‘El guardián entre el centeno’, en un escritor admirado por millones. Jóvenes, adolescentes rebeldes e inadaptados se hicieron admiradores del adolescente Holden Caulfield, el protagonista de la novela, aquel muchachito incomprendido y enfadado con el mundo.
Salinger, para muchos críticos, con esa novela cambiaría la historia de la literatura americana. Muchos tratarían de imitarlo, pero ese estilo conciso, como son en realidad los adolescentes con respecto a los adultos, logró plasmarlo a la perfección. Esa forma de ser lacónica, parca, hasta de enfado por la nada o por todo. Su obra cumbre ha vendido hasta el momento 65 millones de libros.
Pero hay muchas historias detrás de esta novela que alteraría la visión de los jóvenes en Estados Unidos, como la del joven Mark David Chapman, el asesino de John Lennon, quien al momento de dispararle mortalmente, llevaba un ejemplar de ‘El guardián entre el centeno’ y luego de cometido el crimen, se sentó en las gradas del edificio a leer el último capítulo de la novela, mientras esperaba que llegue la policía.
Salinger aprovechaba toda esa tranquilidad y paz para seguir escribiendo sin pausa, pero solo para su gusto personal, porque nunca más habría de publicar nada.La historia de Salinger es fascinante. Hijo de un inmigrante judío que llegó a ser magnate de la más grande empresa importadora de carne de cerdo de Europa. A los veinte años, vivía en un palacio en la avenida más exclusiva de Nueva York, Park Avenue. Pero él no quería ser el rey de los hot dogs como anhelaba su padre, quien lo mandó al Viejo Continente a aprender el negocio. Él deseaba ser escritor y se matriculó en un taller, en la Universidad de Columbia. Escribía cuentos cortos que nadie quería publicar, pero su maestro, el editor de la revista ‘Story’, le vio ‘pasta’ y le publicó un cuento.
‘El chico judío de Park Avenue’, como lo vacilaba el envidioso de Truman Capote en su controvertida obra ‘Plegarias atendidas’. Tuvo una historia de amor trágica y la contó Truman. Se burlaba del desplante que le hizo Oona, hija del dramaturgo y Premio Nobel, Eugene O’Neill, quien era novia de Salinger. Pero este, cuando justo iba a entrar en combate en Europa, en la Segunda Guerra Mundial, se enteró por un periódico de que su amada se iba a casar con el actor Charles Chaplin, ¡36 años mayor que ella! Ese episodio, su participación en combates sangrientos en Normandía, pero sobre todo su visión de los campos de concentración nazi, fueron tal vez los golpes que trastocaron su personalidad.
Tras su aislamiento solo por intermedio de cartas enviadas a amigos supimos de sus pensamientos. Allí Salinger señalaba: ‘Solo la idea de terminar mi novela ‘El guardián...’ fue lo que me ayudó, cuando me estaba congelando en las trincheras, me ayudó a mantener cierta cordura y sobrevivir’. Sobre su aislamiento, también le escribió a un amigo: ‘Los sentimientos de anonimato y oscuridad de un escritor constituyen la segunda propiedad más valiosa que le es concedida’. Murió a los 91 años de muerte natural. Apago el televisor.