Este Búho leyó hace unos días la divertida entrevista que Trome le hizo al cocinero de moda, el siempre risueño ‘Toshi’ Matsufuji, hijo del legendario Darío Matsufuji, una de las columnas vertebrales de la cocina nikkei en el Perú. A pesar del gran legado que dejó su padre, el carismático ‘Toshi’ supo salir de la sombra, romper el cordón umbilical y ‘cocinar’ su propia historia. Una historia que hoy es vista por millones y millones de personas alrededor del mundo gracias a la serie ‘Street Food’ (Comida Callejera) de Netflix.
Desde esa pequeña y ‘desastrosa’ barra anclada en la cuadra 8 de Angamos, en Surquillo, como si fuera una pequeña chalupa a la deriva entre el tráfico y la bulla, ‘Toshi’ ha construido su imperio. Quién imaginaría que ese chinito, delgaducho y desaliñado, que vuelca toda su atención mientras prepara un ceviche, un arroz con mariscos o chicharrones de pota, es un ingeniero agrónomo, con un doctorado en química de una prestigiosa universidad inglesa. “Imagínate a mí construyendo un puente, eso sería un genocidio. Y yo como químico, lo de Líbano (la explosión) hubiera quedado chico”, dijo a este diario el cocinero de 39 años, poseedor de un humor negro como ninguno.
A la muerte de su padre, heredó ‘La cocina de Darío’, un restaurante tradicional miraflorino, con un público fiel y una carta impresionante entre platos japoneses, criollos y deliciosos postres. A pesar de que tenía el camino ‘fácil’, ‘Toshi’ decidió cerrar aquel local para iniciar su propio camino, su propia historia.
Aquí es donde quiero detenerme, para resaltar esa decisión valiente y retadora, que hoy le está dando –y bien merecida- recompensa. ‘Toshi’ tenía un sueño. “Cerré el restaurante de mi padre porque me di cuenta de que ya no había más que recorrer. O sea, teníamos los clientes, pero habíamos llegado a un techo y era difícil cambiar los platos de la carta y hacer cambios internos. En ese caso fue más fácil cerrar y empezar de cero”, relató.
Y es así como nace ‘Al toke pez’, un huarique a donde han llegado y llegan obreros, oficinistas, turistas, periodistas gastronómicos. En fin: todas las razas, todas las sangres, todos los estratos sociales. La ‘vedette’ es ese trío marino contundente y sabroso, que al ser preparado con insumos como la pota o el tan discriminado pescado perico o jurel, su costo es bajo. Y ese siempre ha sido la filosofía de ‘Toshi’: “que el dinero del millonario valga lo mismo que el dinero del pobre”.
Su calidad de persona es increíble. Durante la cuarentena se fajó y decidió utilizar sus últimos ahorros para pagar los sueldos a su ‘banda de perdedores’, como él mismo llama de manera irónica a sus compañeros. Nunca regatea con sus caseros porque reconoce el gran esfuerzo que hacen para obtener productos frescos. Sus amigos cercanos afirman que es el hombre más humilde que conocen y siempre una mano tendida para quienes lo necesitan. Llega a su local en bicicleta y se compra ropa cada 5 años. Su único hobby es su guitarra y su gran compañera de vida es su madre.
Sin mucha bulla, a ‘Toshi’ le llegó la fama. Si antes no podía tener novia porque todo el día ‘olía a pescado’, ahora las chicas lo llaman hasta de Pakistán. Y si antes uno tenía que esperar varios minutos para poder alcanzar un espacio en su barra, hoy hay que hacer largas colas para poder llevar sus manjares en tapers ecológicos. Algunos le aconsejan a ‘Toshi’ adoptar el estilo del histórico cevichero Javier Wong, atender a puertas cerradas a unos contados comensales, cobrar lo que se le venga en gana y fin. Pero su manera de ver el mundo se lo impide, él no ve la gastronomía como un negocio, sino como una manera de servir a la sociedad.
Apago el televisor.