Este Búho se sorprende por la forma cómo matan los sicarios en el Callao. Cuatro asesinos a sueldo, a bordo de una camioneta 4x4, interceptaron el miércoles a plena luz del día, un auto en una calle del primer puerto y de inmediato acribillaron al conductor de catorce balazos. La víctima, conocida como ‘Gordo’, no tuvo una mínima oportunidad de salvarse ante la rapidez de sus verdugos.
Se trataba de un prontuariado ‘marca’ que, según la policía, habría roto los códigos del hampa al meterse con la mujer de un criminal de peso. Y en los bajos fondos, semejante falta es tan grave que se paga con la vida. Hace poco vi en Netflix una notable película sobre el tema: ‘Sicario’ (2015), dirigida por el reconocido director canadiense Denis Villeneuve. El filme está ambientado en los momentos en que la fronteriza urbe mexicana, Ciudad Juárez, es la capital más violenta del mundo, donde se producen 350 asesinatos al mes. El Cártel de Juárez domina el millonario tráfico de marihuana y cocaína de México a Estados Unidos, antes que se produjera la guerra entre los cárteles de Sinaloa, comandado por ‘El chapo’ Guzmán, y el de Juárez, de Vicente Carrillo Leyva.
En esa guerra sin cuartel murieron nueve mil personas, la mayoría civiles. Una de las más salvajes matanzas se produjo en una clínica de rehabilitación de drogadictos en Juárez. Dieciocho pacientes fueron brutalmente asesinados por sicarios de Sinaloa, como escarmiento, pues todos eran familiares de miembros de la organización rival. ‘Sicario’ tiene como protagonista a una honesta y efectiva agente del FBI de Texas, Kate Macer (Emily Blunt), encargada de desbaratar las bandas de secuestradores y narcotraficantes en ese estado.
Cuando realiza un operativo para rescatar a unos rehenes, en una casa cerca a la frontera con México, después de eliminar a los secuestradores, hacen un espantoso descubrimiento: decenas de cadáveres putrefactos estaban escondidos entre las paredes de madera de la vivienda.
No son sus rehenes, no sabe quiénes son, parecen mexicanos. Cuando descubren una bóveda, una explosión mata a varios agentes del FBI. Llega un comando especial del gobierno de Washington, a cargo del jefe Matt (Josh Brolin) y junto con él, un individuo sombrío, de pocas palabras, conocido como Alejandro (Benicio del Toro). Los jefes llegados de Washington le piden a Kate que se integre al grupo que va a realizar una misión especial en Ciudad Juárez. Ella pregunta, ¿qué misión especial puede haber en suelo mexicano? Responden con evasivas, pero son una fuerza combinada numerosa.
Algunos ni se conocen entre ellos, hay agentes de la CIA, otros de la DEA y el tal Alejandro, que parece ser uno de los más importantes, que se dedica a torturar al hermano de un narcotraficante de peso, al que debieron sacar de una dependencia en Juárez para llevarlo a Texas. La agente del FBI sabe que esas incursiones son ilegales. En la peligrosa Ciudad Juárez, el convoy de los norteamericanos con su prisionero es emboscado. Es una escena alucinante.
‘Sicario’ es un thriller, matizada con política y mucha acción. Los agentes norteamericanos logran descubrir los túneles que conectaban México con Estados Unidos. Todos esos cadáveres que encontraron eran de humildes inmigrantes que cometieron el error de querer cruzar la frontera justo por donde estaban los túneles. Al descubrirlos, los narcos los asesinaron para que no revelaran su existencia. Alejandro captura al socio del principal narco de Juárez para que lo lleve hasta donde el capo, a fin de cobrarse una vieja revancha.
Fuera de la acción y la intriga, el filme se plantea hasta dónde es permitida la ilegalidad, el abuso de los derechos humanos, el pisoteo de las leyes y la soberanía internacional, bajo el argumento de que se está combatiendo el narcotráfico. Por esta razón, el alcalde de Ciudad Juárez protestó y llamó a la comunidad a boicotear la película.
Pero ‘Sicario’ es un filme acorde a nuestro tiempo, descarnado, brutal, pero no menos realista. Es el retrato de una batalla desigual, siempre teniendo en cuenta que el narcotráfico es el mayor de los males. El que corroe las instituciones y, a veces, hasta involucra a los propios hombres del gobierno. Apago el televisor.